jueves, 3 de noviembre de 2022

Lázaro

Estoy cansado, muy cansado, abuelo. Apenas me tengo en pie, ¿ves? Me vence lo que jamás conociste, hace tanto. Mi pequeño cuerpo es un prodigio. El daño está en el alma. Menuda tontería, perdona, que no hago sino revolcar la gata. Cárgame un rato, anda.
A la mañana siguiente rumbo al trabajo pienso:
-Lázaro, a quien diga que fue fácil, levántalo y ponlo a andar.

sábado, 24 de septiembre de 2022

Neoliberalizándome

 Ya no podía tenerse un trabajo indecente a secas para botarlo al menor pretexto. Ahora era preciso crearlo, aprovechando los delirios del libérrimo mercado y la nueva, irrestricta globalización -no olviden: llevábamos cinco siglos mundializados-. A menos, desde luego, que se viviera en ese refugio aristocrático llamado Academia, al cual me negué el acceso apenas descubrirlo. 

Empecé esto con tono cínico y ahora a ver cómo lo largo respetando al padre semi soltero cuya ventura disfrutaba. 

En cualquier caso, el para mí jugoso cheque que devengué a conciencia debía volverse proyecto, permitiéndome vivir con la modestia acostumbrada y la creencia de hacer un bien público y contagiar a quienes lo merecían mientras sorteaban escaceses más o menos injustas -relativizo pues ellas y ellos no estaban obligados, por ejemplo, a convertirse en migrantes con una mano delante y otra atrás o tener empleo subrogado de dos pesos sin horario fijo ni seguridad social.       

lunes, 30 de mayo de 2022

Respetate, Idiota. ¿Puedes?

 Soy El Idiota y no me apena. Pidiendo ayuda a mi segunda personalidad, El Mero, viví con decencia y no poca alegría, hasta cuando la realidad apremió, volviéndome Rascamapache

A los setenta y cinco intento sortear el creciente reto y fiel al pasado hago cabriola y media con un espontáneo optimismo al cual cada vez más le cuesta conservarse.

No queda sino que dé otro, mayor, desquiciado brinco en el alambre. Si caigo con los pies tantito parados será solo gracias a un nuevo esfuerzo de Santa Utopía, que entonces se sublimará, jeje.

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Empecé estos blogs por lo que explica Calzada y pronto sume notas para sobrevivir. Pueden entreverse en ellas mis últimos años, a veces con ayuda de los sueños.

Despierto hoy tras una pesadilla menor en cuanto a proporciones y la más ruda si hablamos de mi llana intimidad. Rompía en ella con lo más querido.

Al modo acostumbrado, la vigilia me recibió con una descarnada conciencia del lugar que ocupo socialmente por torpeza. Ni aquél ni éste pueden con el entrañable respeto que siento ante los espejos personales. Aparezco en ellos como el niño de cuatro años a quien me refiero frecuentemente, luego bajito, delgado, ágil, gentil, alegre, abierto sin reservas al majestuoso, conmovedor mundo cuyas monstruosidades milenarias no vencen, y así un optimista a toda prueba.

Van en muestra mis ojos, que también andan por aquí en numerosas instantáneas. 

No importan, entonces, los tres años durante los cuales cada tanto pienso en el fin autoprocurado, pues gané la eternidad junto a mi Corte. Allí vivo ya, de hecho, y cuanto escribo en los días recientes, por lo general vapuleándome, abonan a esa certeza.          

domingo, 29 de mayo de 2022

El siniestro conejo

Acompaña a Casi Memphis, antes de Juan y algo más inubicable donde hablo de Ibn Simbad. 

Odiaba Alicia en el país de las maravillas. Lo hacía sin razones, por instinto. Entonces en París una joven, condolida por mí, me envió con la familia de su hermano a los prósperos suburbios londinenses. 

Allí encontré el remanso que no tuve en los siete meses del viaje al cual me animó papá, pues esta tercera cría suya estaba en un aparente callejón sin salida. La había, así él no pudiera verla, y trabajaba por ella, como fue claro para Ana desde soltar aquello de "Caminamos porque tropiezas", respondiendo a los mea culpa con que yo solía castigarme y probaban su pertinencia ahora, en el recreo donde se presumía estaba. 

La familia era muy cálida, sobre todo gracias a sus dos pequeñas hijas. Con una pasaba tardes enteras, hasta que entendí cómo cada vez más seguíamos al conejo hacía donde nadie nos alcanzaba y todo se volvía maravillosa fantasía. Alegre, dócil, cumplía mis propuestas de juegos y adquirí entonces ante ella poderes extraordinarios. 

-¡Me enamoro! -tuve claro por fin- y en cualquier momento pasaré a las tiernas caricias que no rechazará. 

Corrí al cuarto de huéspedes y empaqué aprisa, para despedirme con torpeza. 

Escribiendo a papá en el gigantesco parque de la ciudad, diciéndole que sin más pretextos regresaría, vi un diario donde aireaban antiguas sospechas -mucho después supuestamente confirmadas por cartas a Alicia- sobre la pederastia del reverendo Charles L. Dogson, como en verdad se llamaba Lewis Carroll. (Aquí se lo revindica:  https://www.elcopoylarueca.com/lewis-carroll-y-las-ninas-incluye-fotografias-y-cartas/. En este otro lado no se le tiene tanta condencendencia: https://elpais.com/diario/1987/12/15/cultura/566521202_850215.html.) 

 -Si como prueba final, de conocer el infierno se trataba, Ana... -pensé.

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Por más que busco en internet, sintomáticamente no está ya una siniestra carta a "Alicia" donde el autor prueba cuánto manipulaba a la pequeña como un amante cuya perversión sobrecoge.                  

jueves, 26 de mayo de 2022

Casi Memphis, antes de Juan

Queda como prueba de qué tan mal escribo y cuán tontamente presuntuoso puedo ser.

¿Es por querer sacar algo bueno de mi estúpido comportamiento entonces -y ahora, jeje? 

Casi Memphis, Tennessee.

Mi país esta hecho a retazos del que me adjudican, dijo José Emilio Pachecho, según recuerdo. El escritor, saben ustedes, era mexicano, noción cuyo equivoco sentido interpreto al usar Suave patria (https://coahuilacultura.gob.mx/wp-content/uploads/2021/06/Plaquette-La-Suave-Patria_La-patria-con-cuerpo-de-mujer.pdf) y otro elocuente poema secundario que en su estribillo nos obligaban a recitar a coro cada lunes en la escuela primaria durante los años 1950 (https://www.memoriapoliticademexico.org/1940-Credo-Ricardo_L%C3%B3pez_Mendez.pdf). 

No quiero repetirme y remito a viñetas dispersas en estos cuadernos para entender cómo la complejísima realidad vapuleada por nuestro espíritu nacional, se dilataba y estrechaba con el tiempo. Detrás, inexcusable "horror", agregó Pacheco, evitando olvidar los siglos a nuestra espalda, no importa cuánto cada quien se apropiara de la entelequia.

En el otoño de 1968 yo tenía un valle y dos trópicos con agujeros plagándolos. Así subí al avión que por primera vez me llevaría "al extranjero", hecho entonces para mí de sueños societarios y el decadente monstruo adonde iba: Europa. Era, en consecuencia, un Cristóbal Colón al revés y pagaría caro la experiencia. ¿Realmente al revés? 

Hicimos escala en Houston y por la ventanilla no podía creer lo que veía. Un joven rubio, alto, guapo, descargaba maletas con mono laboral. Espié la reacción en los cuatro junto a quienes momentáneamente formaba el clásico paquete de viajeros acostumbrado entonces -"Visite setenta países europeos en veintiún días" (jeje, por si acaso), presumían los promocionales-, recordando mis usuales diatribas:  

-Nada más extendido aquí que el racismo. ¡Ciegos!

¿Sí? 

-¿De dónde sacaste las gafas negras? -valía preguntarme ahora, cuando mi pobre seguridad personal se iba al caño. -¿Qué seré de aquí en adelante? El don nadie contra quien me ha protegido durante veintiún años la Suave, como hijo de exiliados españoles. ¡Válgame el cielo!

Exageraba pues recibiría trato de mediterráneo o algo por el estilo, pasado por la playa, claro, y afortunadamente solo al abrir la boca hallaría Fray Bernardinos de Sahagún prestos a señalar mi descompostura por nacer americano. 

En cualquier caso eso resultaba secundario. La cuestión estaba dentro.    
Perdón, me adelanto y debo volver a los cuatro aquéllos: una pareja defeña -de Distrito Federal, capitalina urbe en nuestra Suave-,
como yo, y madre e hija gudalajareñas -o sea, nacidas en la ciudad que odiaba nuestro tamaño, riqueza, cosmopolitismo y profunda, extensa contaminación indígena. 

La pareja, modélicamente mestiza -mucho de sangre originaria y algo española con toques negroides- era simpática, liberal, más o menos instruída. Las dos mujeres, ama de casa y cría guapilla que podía quedar para vestir santos, provincianas y sin cultura, hacían honor a su raíz como altaneras güeras de rancho, conforme se les dice por una blancura que tamizó el sol campirano.

No descubrí reacción ninguna ante el joven houstoniano, deduciendo que para ellas y ellos parecía normal y, en consecuencia, continuarían así las tres semanas de no aventura y harta foto.

Iban blindados, pues. Yo, que debía quedar al menos un año, no, por lo dicho y mi más terca acompañante, alias Angustia, y cuando el bicho aéreo divisó al Viejo Continente empecé a sufrir como dios manda. Nervio desnudado, digamos, ocres, magentas, verdes muy maduros, golpearon mi paleta de luces y colores, suave y cálida, y el reticulado perfecto del campo, contra una memoria compuesta por montañas y planicies abiertas y en apariencia semidesiertas, me condujeron casi hasta la sin razón. 

Algo semejante experimentó Colón. "Todo [aquí, respecto a nuestras tierras] es tan diforme como la noche al día", dice su diario, que no pena, vibra emocionado pues el hombre materializa los sueños despertados por Marco Polo dos siglos atrás.

Él encontraba tierras y humanidades sobre quienes triunfaría, ajustándolas a una realidad avalada por la Biblia, cuyo supremacía, que hasta entonces retan con ventajas Confucio, Buda, Mahoma, confirma. Yo me rindo, salvaje al cual se condena y debe reverenciar cuanto tope a lo largo de ¡doce meses sin motivo o pretexto!

Reducido éstos a ocho, no haré su crónica sino en tanto demande la cuestión a ilustrar ahora. 

Empiezo con la primera ciudad donde nos aventaron, o poco antes, cuando le hice al Dylan Thomas de un cuento adolescente, volviendo trocitos la libreta en que papá y mamá anotaron contactos de los cuales valerme. No eran despreciables pues ese exilio español y las consecutivas migraciones obligadas por el infame acuerdo de Guerra Fría, aventaron almas al subcontinente a miles tras miles, regándolas, así o asá organizadas, con quienes ellos tenían relación en su empeño por volver, que no resultaría quimera.

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Me detengo preguntándome si puedo con esto. Porque había un problema extra, íntimamente relacionado: los quinientos años entre el marino genovés y yo. Su viaje inició la mayor expoliación de nuestra historia, cuyos beneficios se materializaron en cuanto mis sentidos observaban o intuían. ¿Cómo lidiar con tan monumentales, diversas obras: arquitectónicas, agrícolas, industriales, artísticas, ideológicas..., de arquetipos e idiomas sacralizados?

Para 1900 en México todavía se contabilizaban cuatrocientas lenguas y variedades dialectales, que de una u otra forma seguían conservándose, pero nos negábamos a reivindicarlas tras siglos procurando su desaparición. Y con ellas, etnias a montones, de rasgos físicos propios. Los occidentales veían allí indiada a secas. Nosotros, en cambio, debíamos cuidarnos de reconocer siquiera a escandinavos, alemanes, italianos... con naciones hechas y derechas.

Por fortuna, mis orígenes y el momento que cursaba, recién pasado el mayo estudiantil, introducía un gran matiz en la percepción: había dos Europas sociales, desde hace mucho confrontadas a muerte. ¿Me reconocería la popular?

La imaginación había tomado el poder pero apenas durante un breve de momento y derrotada dejó mensajes pesimistas que mi juventud creía hallar por las calles convertidos en desconfianza.

Días antes un mexicano en París, Milán, Praga, Berlín, era recibido como hermano cuya casa se alborotaba también. Ahora volvía a resultar el despreciable tercermundista de siempre.

Los pormenores del viaje importan porque era en el día a día donde me confrontaba con ese apabullador universo y debería buscar anécdotas ilustrativas al respecto, pero sobrando también las rascuaches -palabra hermosísima ésta- del veinteañero provinciano y otras cuya aspereza iba pos absoluta cuenta propia, no encuentro cómo escogerlas y, menos, tratar con ellas. 

Una habitación asombrosa a mis ojos por pequeños detalles, tal muelle yendo hacia sus cimientos siglos atrás gracias al marino que me contaba la historia noruega deslindándola de Occidente y muchas  cosas así serían oro puro si fuera Proust o Joyce, jeje. 

Si hablarles, por ejemplo, de quien renombré Ibn Simbad y nuestros paseos por barrios argelinos, suena bien, no descubriría nada mayormente significativo. Las tercas mañanas en el museo de los impresionistas podrían y muy mucho, pero... 

En fin.           

Para otro momento valedero: El siniestro conejo.          

 

martes, 17 de mayo de 2022

La mirada de Ulises

 Voula y Alexandros, lxs niños en la secuencia,  forman parte de nuestra Corte -¿cómo se resuelve el tema géneros, me pregunto al paso, porque... interpreten mi silencio, jeje?

Dimos con ellos siguiendo la música de La eternidad y un día, otra película filmada por este director a quien alguien entre nosotros descubrió y que, oportunista, aproveché en su escena final para recibir de Ana el mensaje, ¿recuerdan? ("-¿Cuánto dices que dura el mañana...?"). 

Apareció entonces La mirada de Ulises.    

Según puede observarse, no nos acercaba a la Grecia de los magnos himnos occidentales, semiocultos allí. Fue el dolor quien llamó desde los tiempos que transcurren cinematográficamente, con un nuevo Ulises sufriendo por su pueblo traicionado, como el de mi abuelo, por cierto.

¿Semiocultos?, dije. Escuchen.

La música que escuchamos suena en silencio cuadernos arriba y abajo, tal vez por los motivos explicados por el director. 

-No tenemos casa, estamos en su busca -digo a la Corte sin necesidad, pues todas y todos allí entienden.

 

 

 

sábado, 7 de mayo de 2022

Oficios (toma no sé cuántos)

 El oficio es vivir, afirmo aquí hasta la saciedad, y usé una cita para validarme sin conseguirlo bien a bien: "Allí donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu./ Vivir no es otra cosa que arder en preguntas."

Quien escribe eso anduvo como poeta en la Europa occidental de entreguerras "mundiales", desde su adolescencia. ¿Cuando niño se preguntaba telúricamente? Tal vez. ¿Y si hubiera nacido hindú en Pondicherry, madenka que devendría senegalés, peruano de Ayacucho, con padre labrador y madre curandera, pongamos? Quizá también, pues no hay humanidad sin dudas sobrecogedoras, pero sin palabras elocuentes a mano callaría para hacérselas quién sabe cómo en el interior de sí.

Llegado a este punto recuerdo siempre a Kelley, con quien hallé por única ocasión un sujeto a modo. 

En cualquier caso, incluso sino existe el inconsciente colectivo (https://www.youtube.com/watch?v=w6jmFGFGoNk), los minutos son universos en los cuales pasado, presente y futuro de criaturas y cosas se entremezclan a "lo caprichoso". Y empiezan por eso que no importa quienes seamos define a cuanto vive: el trabajo. 

Cierto gran escritor inglés a quien ganaba la soberbia, presumía: hasta siendo mujer, con dos minutos de asomar a un cuartel bastaba para descubrir sus más secretas intimidades.

-No, amigo -podría respondérsele. -Si puede usted hacer guiones geniales como el de esta película

se quedaría en babia con lo que circula dentro de cada oficinista londinense. 

Vivir, vaya tarea. 

lunes, 28 de marzo de 2022

La azotea, calles y ventanas

-Hay que empezar por el final -le digo a mi esquizo, alias heterónimo, llamado Mero.

-Por fortuna hicimos los blogs. Entre su basura quedan viñetas rescatables, que insinúan al mundo en nuestra mirada desde la infancia.

-¿Cómo cribarlos?

-Déjaselo a la Corte, cuyo mandato seguimos, engrosada durante el Último Viaje o volado final, con quienes Medio Oriente, Asia y los pueblos rusos ganan en representación.

-Volado final, jeje.

-Eso es, ¿no?, según se comprueba aquí.

-A lo pedestre.

-Como muchas veces antes. Ridículos entre semana, sábados y domingos...

-Sublimes, jeje.

-Tal cual, Risotas. 

 El que apenas supo andar subió a la azotea de donde no saldría nunca, digo dando por supuesto que desde allí descubrí las calles y su gente según necesitaba.

-Cuanto mejor se va entre muchos -pensaba años después al subir al Metro, cuando enrebozado por Ella cantaba "En el campo y la ciudad/ ríen igual que nosotros"*.

Azotea, calles y luego, apenas llegaran Él y el Nuevo, ventanas. Llano, maravilloso estar compartido sin palabras con hombres y mujeres al paso, como hoy este departamentito donde mi rata huésped respeta las reglas y no musita siquiera, evitándome darle pelea.

No repetiré la terca pregunta, Ana, pues conoces el secreto: nadie desaparece al morir; queda en los lugares que anduvo. A cambio sumo y resto contigo y la Tic, para precisar cuánto falta. Lo hago por mi soberana voluntad, obsesionado como siempre con la bisabuela Teresa. De rascampache no puedo más. 

¿Me acompañan al Hospital General? No es justo que la próstata sufra -sobra el jejeo, pues ha sido adorable esa cosa.

Llama mi amita:

 -Cuac, hay un tema tabú para los juegos y vienes tratándolo hace rato.

Por primera vez precisamos palabras.

-Saqué el dinero de donde guardo las quincenas -le explico. -He sido prudente, como suelo, y no hay otros gastos extras. Con confianza, pues, fui rumbo al Metro, porque las consultas son con cita e iba a tramitarla. A medio camino noté que había dejado los papeles y no tuve ánimos para volver a intentarlo. Entonces crucé para preguntar precios donde sabes. Hay servicios baratos.

Me mira fijo. 

-Ya sabes, el cuento aquél: Una visita al abuelo** -continuo. 

-Estás llegando demasiado lejos.

-Ese viejo no se anduvo con tiento. 

-Ven.

-Algunos aseguran que vistes de negro.

-¿Y las fotos en los diarios hechos para mí?

  

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Al día siguiente corro de entrevista en entrevista, con alegría pues cumplo lo que suele demandarse a quien percibe ingresos. ¿Eso sirve socialmente? No, pero por una vez puedo darme el permiso.

Entonces alguien comete el error de pasar el ejemplar equivocado, donde hizo dos anotaciones. Revelan a un persona inteligente... y llena de rencor. ¿Cómo sobrevive, situada a la cola? 

No importaba que el agraviado fuera yo, por veinte líneas escritas en cinco minutos y contra mi voluntad, sino el desnudar del mundo alrededor. 

Inesper, resulta verdaderamente difícil seguir. Sí, ya sé, nuestra canción

Espera, ahora caigo: los billetes dentro del sobre mermarán por el fármaco al cual me aficioné cuando tenía veintiocho años. Debieron dármelo mucho antes. Aunque la angustia crónica no es un dulce, sirve como socio. Nervio desnudo, apenas te distingues del exterior obligadamente entrañable, entonces. 

-Así es esto, no hagas caso, ¿recuerdas que me dijiste, Cuac?

-Sí, seño. Pero mi desierto, a diferencia del tuyo, para transitarse... En fin. La edad no me permite aventuras. Ve, nomás repito.

-¡Para!

-Uy, mama...cita, jeje. 

-Obseso. 

Sonríe y continúa:

-Me gusta esta saxofón.


Números

Esta notita se "publicó" hace dos o tres días así que nadie más vendrá por aquí. Puedo hacer cuentas, entonces.

La dádiva que recibo es de unos 550 dólares mensuales. El sueldo asignado a los soldados rasos anda por 700 y algo y, como ellos, no pago renta, pues el departamentito es familiar.

Desde enero médicos y fármacos se llevaron unos 2,000, compartidos a mitas con mis crías, quienes de buen grado habrían pagado todo, pero la conciencia... Ahora queda lo que cobre el Hospital General por la próstata, tras un estudio socioeconómico al cual no mentiré, como aconsejan tal y cual. ¿Cuánto pediré a aquéllos?

Para llegar a la quincena tengo unos 275. Debo 150 a O, pues le pedí prestado, y no alcanzo, porque además mi droguita farmacológica cuesta unos 75.

Son pequeños esfuerzos inútiles, considerando los problemas de oxigenación, que siguen, sin importar cuántos cigarros rebaje a la dosis histórica.

Los sueños compensan, luminosos, plácidos o en pesadillas antes inconcebibles -soy un asesino que con sus compinches esconde cadáveres mientras vive frívolamente, o atestiguo cómo el universo se pudre en estampas que ni John Milton imaginó.

Mejor la cremación sin velatorio, de seguridad pública, 500, con su beneficio extra: queda en mi cuadra, jeje. 

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-Cuac, estabas tan orgulloso de engrosar otra vez piernas, etc. ¿Y la crisis por la cual esperabas con tu abuelo?

-Cántame.

-Te hice una transferencia. Y no discutas. Colgarte por tres pesos y dejar desabuelado a N.

-Cántame, de las meras tuyas.

Termina y vuelvo sobre la cuestión. 

-Debería enojarme y no lo haré, porque devalúas mi problema. ¿Asunto de unos pesos, P?

-Perdón. 

-¿Qué hago con tu transferencia?

-Perdón, otra vez.

-Me toca la música.

   

*  Leonard Cohen. No es forma de decir Adios

** Dylan Thomas, en Dublineses o https://www.cuentocuentos.org/cuento-adulto/1557/una-visita-al-abuelo.html. 
 

viernes, 18 de marzo de 2022

“-¿Qué vamos a hacer con el país, Sandra?". 2005-2006

 

No queda ya sino que los herederos de Lucas Alamán se hagan gobierno por primera vez en ciento cincuenta años y aparezca un presidente de la república, Vicente Fox, ante el cual Santa Anna brillaría como un diamante, que avergüenza al país una vez tras otra. Las peores, al presumir como los envíos de nuestros migrantes a la Unión Americana, aumentando 193.4% durante su gestión, permiten que México desplace a la India como el mayor receptor de remesas en el mundo.

Son ingresos sólo comparables a los del petróleo que el mismo oscuro personaje dilapida, y sirven para mantener los sacrosantos índices macroeconómicos, superando 166% el saldo de la deuda externa. Entretanto el número de desempleados crece en seis millones y nuestra desigualdad económica se equipara a la de Botsuana, África.

Para entonces en los Estados Unidos se funda la organización Mujeres Hermandad Comité de Defensa de Elvira Arellano y la Familia Inmigrante. Elvira Arellano es una indocumentada mexicana que se ha refugiado en una iglesia de la ciudad de Chicago para evitar la deportación dispuesta por un juez. Decidida a dar la lucha contra una orden que la separaría de su hijo nacido ya en ese país, la mujer se ha convertido en la representación de unas seiscientas mil madres en su misma condición y de la difícil disyuntiva para sus cerca de tres millones de hijos menores de edad.

A fines de ese mismo mes Antonio Pérez Ramírez, originario de una pequeña población del estado de Veracruz, se vuelve un símbolo al perder la vida al borde sur del Bravo por una de las cinco balas que desde el lado estadounidense de una garita le dispara un agente de la Patrulla Fronteriza. Con su imagen va la de los treinta y ocho migrantes muertos también durante los últimos treinta días en el desierto de Arizona.

Una periodista entrevista a una mujer en un hospital de ese estado. Se llama Sandra, es de Michoacán, tiene veintiocho años de edad y “se vio obligada a viajar a EEUU, con seis meses de embarazo”.

“Sandra: A uno le dicen que no está difícil, que nada más son dos noches, que llevemos un garrafón de 4 litros de agua. Pero no, no alcanza, se queda uno a veces sin agua. Así me pasó a mí. Nos quedamos 4 días caminando, día y noche, y dos días nos quedamos sin agua. Yo venía embarazada y mi bebé se me murió en el estómago …”

La periodista le pregunta:

“-¿Qué vamos a hacer con el país, Sandra?

“-Verlo cómo se destruye” –responde.

Está exhausta por una vida que casi coincide con la transición a la democracia que todavía un año después, en julio de 2006, se presta al fraude en las elecciones presidenciales.

Pero ella y sus ciento diez millones de paisanos de ambos lados de la frontera, tienen un pasado del cual extraer enseñanzas a montones. ¿Era menos triste el panorama cuando los soldados de Polk se marcharon con la mitad del territorio nacional en sus mochilas? ¿Está surgiendo de los actuales, desafortunados tiempos, una generación dispuesta a hacer una nueva Reforma?

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Sigue en La crisis civilizatoria que se acusa brutalmente dos sexenios y medio luego.

Unos años atrás Sandra y sus compañerxs desaparecieron de escena desplazados por corrientes migratorias todavía más crudas, con un tren de la muerte, fosas comunes, campos para internamiento y rutas multiplicadas, cuyas víctimas son centroaericanxs a quienes redescubrimos como hermanxs.

Que el reto es global lo sabe ahora hasta el AMLO de visión estrecha, quien gracias a la pequeña izquierda a su lado y ecos posrevolucionarios, en 2018 planteaba barbaridades como reeditar el Plan Marshall y el Puebla-Panamá y se descubre como actor mundial y así un nuevo Lázaro Cárdenas, caricaturezco ¿todavía o por secula, seculorom?          

 


jueves, 17 de marzo de 2022

En resumen

Tras varias notas fallidas, consecutivas, quiero decir, pues ya se sabe que lo mío es equivocarse, jeje.

A ver si puedo explicarme, para yo solito, se entiende, en estilo Mero, que no solo Pessoa tuvo heterónomos.

Da clase citar al portugués aunque uno no lo haya leído sino en memes. Claro, también así calan sus palabras. Pongamos, por ejemplo: "El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente/ Que hasta finge que es dolor/ El dolor que en verdad siente."

Wikipedia lo trata privilegiadamente, con buena pluma y sapiencia -¿sí?- y basta para nuestro objeto -en justo plural, que soy cuando menos dos-. Dice allí: "Si después de morirme quisieran escribir mi biografía/ no hay nada más sencillo./ Tiene sólo dos fechas/ la de mi nacimiento y la de mi muerte./ Entre una y otra todos los días son míos". Con eso tiene para rendirle culto, siendo quien soy, si bien  luego aparece al polo contrario y ya no me representa: "Toda mi vida gira en torno a mi obra literaria, buena o mala, lo que sea, lo que pueda ser. Todos (…) tienen que convencerse de que soy así, de que exigirme sentimientos —que considero muy dignos, dicho sea de paso— de un hombre común y corriente es como exigirme que sea rubio y con los ojos azules", porque afirmo existir solo por la vagancia, convertido en calles, sin obra ni progreso alguno. 

Esperen, que me desvío habiendo comenzado en mi cabeza con cinco hombres -ahora recuerdo, hay una presencia femenina por heteronomía: Monelle encarnándome-. A los susodichos sumo a Samarago, Ibn Simbad y Jack Kerouac.

El Nobel lusitano es fuer porque concibió La muerte de Ricardo Reis, descubriéndome cierta cuestión fundamental: los seres humanos son peso físico según la época. Lean la novela y notarán que Reis resulta incomprensible sin su ancho cuerpo.  Heteronimísimo, entonces, pues las fotos usuales  muestran a Pessoa como un flaco hecho y derecho. 

Aunque hay una distinta.
Ésta si corresponde -el bigotillo y la pajarita decepcionan, ¿verdad?, jeje.

Paso a Ibn, mi amigo marroqui -de padre subsahariano no olviden, que eso le da un encomiable toque exótico, jeje.- Era nervudo y no sé cuánto contó en ello nuestra identificación, y su inusitado amor por el Kerouac viajero servía también a la mutua empatía, no porque yo recién me había topado a la vez con los libros del tránsfuga bostoniano, meras palabras en mi caso y no un acicate para las sinbadescas aventuras a que cada vez más se atrevería él.

Gracias a ellos dos, aclaré antes muchas veces, pude vivir años casi sin salir del departamento donde las crías crecían, sin pisca pessoniana, jeje. Que ellos andaran la legua y el ilustre portugués fuera casi pura palabra. Yo seguía convertido en calle, ahora "en contemplación", entrecomillo, pues por ventanas y recordándolas o imaginándolas las frecuentaba tanto como siempre.

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-No repitas -dice Juan, desesperado conmigo aunque no lea estas cosas ni nos comuniquemos más que una vez por año.

-Algunos Cuadernos, como el presente, tienen cientos de entradas, ocultas en su mayoría, y me pierdo. Escribí no sé cuántas cosas sobre un mismo tema. Tú, tranquilo. Total, estamos en La Calzada de los Misterios.

-Ok, ok -responde mientras circula por la Calzada a solas y no lo comunica a nadie. Yo, ya vemos...

Di por terminada la Última gira y continúo. Sus escenarios ya no son los que acostumbré por años: parques, patios universitarios, sindicatos, organizaciones vecinales y uno que otro antro donde leer sin pena La pasión según FB y anexas. Ahora se reducen a una pantalla de computadora y los audios que escuchan diez o veinte, habituales, calculo. 

Ayer hice Sin eufemismos, Europa, y no tengo idea dónde irá. Hay varias notas sobre el tema. Entre otras América y el Nacimiento de la Modernidad o ¿De que habla realmente El Quijote? 

¿Por qué me dedico a cosas así si soy pura calle "atemporal"? Para conservarme, deduzco. Ese entrecomillado inquiere al conocimiento ajeno a mí, de científicos atentos al universo y el átomo, realidades a primera vista contradictorias. Es porque hay un tiempo humano inmerso en el del planeta, ambos infinitesimales y únicos a nuestros ojos como existencia casual. 

Al Ricardo Reiss narrado y quizá auténtico lo caracteriza su ancho, despacioso cuerpo y juro que vi a la generación de mis padres e incluso hermanos moverse con ritmo lento. ¿Fue así siempre antes, en todos lados? No, tengo también por seguro. 

El circular de las horas y los días en criaturas como nosotros...

Tiempo de caminar dice esto:

Se deshizo (yo en tercera persona) del barullo de sábanas y mantas, anduvo los seis pasos hasta la puerta y al entrar en la sala topó con el golpe de la calle, certificación del valle inmenso y la ciudad que lo desbordada, entre los gruesos restos de la noche sólidamente construida con los días, que era mucho más que las costras de café en la taza o el altero de colillas. Sin reparar en ella, al cruzarla, en torno a la mesa vinieron cachos de veladas repetidas: la jactancia de una ficha de dominó tronando al cerrar inesperadamente, Tal con la mirada puesta quién sabe dónde, la obsesión de cosas perdidas en el silencio o en el desmayo de las palabras, la ojeada de él hacia fuera para cerciorarse de que la promesa en la comba grande de la noche seguía en su sitio. Luego los cojines gritones por coloridos, tirados sobre la alfombra, y la evidencia de la singularidad del día, patente en la media docena de cajas de cartón con las tapas por fuera. Hasta la ventana, que se abrió precipitando la mañana apretada al vidrio, desesperada de aguardar, para barrer los restos de la víspera, disputándose los huecos hacia donde resbalaban las rutinas.
En el camino de regreso, acumulada en su memoria o en la del departamento, la música que los acompañaba maniáticamente: un muchacho indagando la desolación y el vértigo con sus juegos de palabras en otro idioma, las diestras guitarras y la voz profunda del hombre vestido de negro, al modo de los campesinos en domingo de un lugar distinto y próximo, o en un punto preciso las rabietas y la desolación del piano del negro niño un par de años atrás, entre los cuales Ella, sentada en un pozo de sombra, se balanceaba todavía en el placer de entregarse al fin al jolgorio de criaturas contrahechas, traviesas, gozosas, malintencionadas, que le habían hecho gestos desde niña y que tal vez no eran sino la promesa o el camino, de veras, a la zotehuela donde los tiestos y los canarios y las gallinas y la abuela que los criaba.
Entonces la cocina, su ventana más bien intrascendente, sus chucherías, y en la tarja, igual que en un cuadro donde todo lo demás resultaba trasfondo, el vaso pringoso con su pozo de leche con chocolate, en la cual el hombre veía la figurita dulce y de dejo solitario del hijo atravesando la puerta de espaldas en la luz temprana de unas horas antes, de su mano rumbo a la escuela.
Él y solo él, en verdad. Ese niño sin quien habría mero caos.
Y luego cree certificar lo obvio: esa mañana y las innumerables minucias que andaban por ella iniciaban un viaje al interior mío, de los objetos, la luz, etcétera, mezclándose con millones previas, y cuando años luego convocara al momento, mi memoria seleccionaría a capricho, presumiendo reconstruirlas. 

SIGUE