lunes, 30 de mayo de 2022

Respetate, Idiota. ¿Puedes?

 Soy El Idiota y no me apena. Pidiendo ayuda a mi segunda personalidad, El Mero, viví con decencia y no poca alegría, hasta cuando la realidad apremió, volviéndome Rascamapache

A los setenta y cinco intento sortear el creciente reto y fiel al pasado hago cabriola y media con un espontáneo optimismo al cual cada vez más le cuesta conservarse.

No queda sino que dé otro, mayor, desquiciado brinco en el alambre. Si caigo con los pies tantito parados será solo gracias a un nuevo esfuerzo de Santa Utopía, que entonces se sublimará, jeje.

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Empecé estos blogs por lo que explica Calzada y pronto sume notas para sobrevivir. Pueden entreverse en ellas mis últimos años, a veces con ayuda de los sueños.

Despierto hoy tras una pesadilla menor en cuanto a proporciones y la más ruda si hablamos de mi llana intimidad. Rompía en ella con lo más querido.

Al modo acostumbrado, la vigilia me recibió con una descarnada conciencia del lugar que ocupo socialmente por torpeza. Ni aquél ni éste pueden con el entrañable respeto que siento ante los espejos personales. Aparezco en ellos como el niño de cuatro años a quien me refiero frecuentemente, luego bajito, delgado, ágil, gentil, alegre, abierto sin reservas al majestuoso, conmovedor mundo cuyas monstruosidades milenarias no vencen, y así un optimista a toda prueba.

Van en muestra mis ojos, que también andan por aquí en numerosas instantáneas. 

No importan, entonces, los tres años durante los cuales cada tanto pienso en el fin autoprocurado, pues gané la eternidad junto a mi Corte. Allí vivo ya, de hecho, y cuanto escribo en los días recientes, por lo general vapuleándome, abonan a esa certeza.