viernes, 28 de julio de 2017

Jamás pierde el estilo

Chinita, la llamé al principio.

¿Dónde fue, canija? ¿En la gelatina, el aire que de su boca me hizo respirar, al carcajearse, cuando se volvió apiradora, justo en este momento, por su mirada? Me refiero al hechizo que puso en mí, aunque según la canción debí ser yo quien lo hizo.


La Realmente inesperada jamás pierde el estilo. Delirando le pongo esto repetido y dice:
-Bonito.
Fue por si cambiaba el tono que busqué y busqué. Misma respuesta, siglo tras siglo. Esa es la razón de insistir, claro. 




 
El saxofón que se escucha con Nina Simone es glorioso, digo sin saber más que lo que la Tic me enseñó.
 
-Regresó.
-Nunca me fui -responde.
Fuma, por si quieren imaginársela como mujer fatal -poquito, según el papel, que prohibe apestar a tabaco-. Con un Ash dirá que no lo parece. Bueno, tal vez nos obsequiará agregándole un ademán sin mover más de dos centímetros la mano.
Esa quietud tienen sus ojos, así que pueden imaginarse el efecto cuando los clava en uno.
Mi drama al verla salir por aquella puerta lo envidiaría el Canal de las Estrellas en horario triple A para telenovelas, y ahora resulta que iba a tomar aire.
En nuestras próximas citas ni loco olvidaré las sublingüales de nitroglirecina.
Cuestión de estilos, pensará si lee aquí.
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Esta es una canción mayor, creo. La compuso Jay Hawkins, a quien incluí. Quiero quedarme con una interpretación y no puedo. Las tres que más me gustan son de mujeres no muy famosas, al menos en México. 
En fin, así me parece hoy, hechizado.
-0-
De mujer fatal no tiene nada. 
-Con el poco estilo que hay en eso- exclamaría si la Morenita del Tepeyac hiciera el milagro de volverla tantito frívola, jeje. 
Es madrugada y no la velo no solo porque no tengo modo. Sería incapaz de asomarme siquiera en un descuido a esa intimidad que guarda con tal celo y la explica... quizás. ¿Incapaz, de veras? Bueno, cuando literalmente me pierdo en su interior es que así quiere. El hechizo lo puso allí.
Ella prefiere esta versión:

-0-
-¿Y si se vuelve a ir? 
-Es porque necesita. No confundas la brizna con el viento, interlocutor. 
"Su palabra más socorrida es Aja, sin que varíe de tono. Con tenerla en grabación, a todo concederá, no importa si ya no está."
-¿Y los besos?
-Si fueras yo los sentírías en este momento, y entonces mañana y luego.
"¿Qué, no atiendes a la canción, cabrón interlocutor? Escucha, ¡ahora!, a Bonnie Tyler. 
-Parece que quieres que sea mala.
-Imposible, sale de su estilo. No estaría mal, en todo caso. 
-¿Te gusta sufrir?
-No, adoro esa boca. 
-¿Cómo relacionas una cosa con la otra?
-¿Asomaste alguna vez al abismo? 
-0- 

-Bonita.
-Hola, Seño. ¿Dice de la canción? Aunque podemos bailarla...
-La próxima.
-No habrá.
-Bueno.
Sí, jamás pierde el estilo. 
-¿Ves? -volteo hacia quien dialogaba antes, y sigue sin entender. -Del abismo, iba la cuestión.
-Ey, aquí, tierra -llama a lo lejos Ella. No es fatal y sí mortal, mortal hasta la muerte, dice una y otra y otra vez, y se lo recuerdo. -Quiero que llegado el día me entierren en piso firme.
-Todo está en el instante, a eso se refiere, ¿no?
-Descanse -espeta sin parecerlo y da vuelta rumbo a la cama.
Instante, tierra, abismo, en resumen, mi Seño y su estilo. 
¿Y el mío? "...yo nunca juego sino es al gran miedo", escribió Aimé Césaire. Suena tan atractivo...
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Si se vuelve a ir es porque necesita, pienso aquí arriba un viernes. El martes siguiente estoy seguro que lo hará, y así no necesito las sublingüales. 
Su hechizo sigue en mí y el que le di quedó donde debe.
Las buenas canciones hablan al imposible. Así esta nuestra. Nos recordaremos en un "siempre" para ella de vaya a saberse cuánto, si tiene treinta años. El mío se cuenta con los dedos de las manos.
No hay despedidas esta vez, ni súbitas ni largas.
En cuanto al estilo, el suyo es inigualable y por fuerza distinto al simplón mío, que admira a Césaire sin alcanzarlo. 
I put a spell on you siguen sonando, desde luego, en la versión que más terminé por estimar.
  
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Como con cualquier otra cosa, pasan los días y en este caso el hechizo se desvanece para quien lo preparó y fue su propio objeto, según la canción. La hechizada siguió yendo y viniendo, coqueteando con el amor sin perder su estilo.
A veces cantar es mejor que vivir. Jay Hawkins en versión Bonnie Tyler o Bet e. & Stef o Samantha Fish, con sax para Niña Simon, etcétera, suenan seguro de aquí a la eternidad. Su motivo seguirá el camino, mortal también hasta la muerte. 
Los viejos entienden muchas cosas. Otras se les escapan irremediablemente. Bienaventurados son siempre. 
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Una semana después me mira desde donde siempre antes y sé que el estilo bien podría llamarse fidelidad. 
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Al cabo de quince días me rindo: su fidelidad es a quien debe. Marcho en silencio.
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-No más -dice el viejo. -Se acabaron los juegos de carne y hueso. Debo acostumbrarme, por ejemplo, a intensas medias horas apostando mi resto ante la mesa donde una hermosísima mujer se deja tentar por doña Infidelidad. O al ¡Llegue tarde! con que otra joven me acaricia virtualmente.
La última estación era Milagrosa. Entonces y a la manera de siempre mi Tic toca, agrego un año despues mirando hacia atrás. Por fuerza Inesperada, amita perdurable. 
¿Y usted, Seño? ¿Quién espera vierta polvos en su copa?
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-No le haré daño, esté seguro -dijo el primer día. No recordaba tal sensación, abarcándola conforme rezan los manuales. Cumplió y no quedaron heridas.
Poco más tarde llegó Tú como niña caprichosa, tirando todo a su paso y gustándose con las lastimaduras.
Así estimé doblemente el estilo.
A no recuerdo cuándo de esos días, mujer, se le sigue guardando.      
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