viernes, 14 de julio de 2017

Dijo la Seño o "Notitas musicales"

Dijo que hablara de la música que me gusta y como su palabra es ley, a darle. De subtítulo va Notitas musicales, como se llamaba una famosa revista.
No sé por donde empezar. En mi niñez, sí.
Esta era la canción que más me llegaba al corazón -¡arroz!-. No representa lo que tenía gran éxito o se consideraba "música mexicana".(El negocio empezó en los años 1920, entre la creación de la nacionalidad con pañales, existente apenas para una reducida parte. Pregúntenle, entre otros, a Emilio Azcárraga I.)
Estrellita... tiene dejos de vals peruano, creo, y cierto o falso, se incluía en la música ranchera sin borrachos ni bravatas, dulce, pueblerina se diría sino estuviera compuesta en nuestra gran ciudad o en otras -Mérida, por ejemplo, claro, aunque no es el caso pues el Big Brother mete la pata y esto lo compuso Tata Nacho.
Desde luego me pegó, y durísimo, lo que musicalizaba el cine edad de oro. Todos conocemos la cuestión y paso a más delante, si bien y como tengo viñetas lo mismo para un roto que un descosido, ella puede visitar El reino de la pasión.
En las cintas que produjeron Las niñas y la música, una me conducía a través de mi historia, a sus estancias, y como inicio y final, con "sentimiento trágico de la vida" -jejeemos-, el martirológico yo incluyó este ya lugar común -deberá perdonarnos, don Gustav; es tan bueno; en cuanto a la versión va lo más a mano y no lo por fuerza mejor:
De "música clásica" o "culta" solo sabían pequeños sectores y yo por origen pertenecía a los excluídos y a la vez estaba llamado a frecuentarla diletantemente -jeje- y algo más quizá.
Tienes buen óido, ¡lástima que nacieras manco!, decían maestros ocasionales y frustrada mi vocación, escuchar fue un maravilloso remplazo -a los cuarenta años la pareja en turno me abrió nuevas puertas a Bach y compañía. 
Fui un rocanrolero mexicano remilgoso, que ni por ocurrencia hacia caso a Los Rebeldes del Rock y basura semejante, en aquella triste emulación. Vibrar, vaya que sí, pues era adolescente clasemediero y más bien dulzón por culpa de la Princesita (Siluetas). 
Cuando pudiera me gustarían Roy Orbison -a sus pies, señor- y contemporáneos, a ratos burrísimos también.
David Lynch sería el único en comprender lo que andaba bajo esa melcocha con geniales islas negras conduciendo a algo muy superior. Por ello sus películas incluyen regularmente a Orbison -estética gay obligada a ocultarse con terribles agruras- y el Rey.
Vi varios buenos programas que contaban esa rica etapa musical USA, cuyo fin próximo era la cultura rock, y entendí nada. ¿Cómo sino, si se referían a corrientes de las cuales ni rumores me llegaron? Así ando aún sin percibir lo que sería fuerza. 
Cierto, el blues vino a mi casa pronto, dadas las circunstancias, y faltaron mil otras cosas contenidas allí o dentro del jazz, detestable para un muchachito que asistía a bares cuyos marquesinas prevenían Aquí se forja el futuro, toque quien toque y tan torpemente pueda, porque vanguardias copiamos y cómo suena vale madres.
Escojo por nostalgia y no por calidad. Mr. Dixon y su compañero son una inmejorable elección. La rola no. Escúchese I can´t quit you, baby, o cien más en listas de reproducción.
Un accidente llamado Ana (Las mil cosas con A) trajo a Bob Dylan descontextualizado y en idioma original -jeje dice el naco ideomático-, y así más fácil para volar por cuenta propia que para pescarlo.
Debió ser esta o algo parecido, y no, desde luego, pues hasta la muchachada nacional rica y culta sufría retraso -temporal y mental, jeje.
(Chale, Seño, menudo retote me puso. ¿Paro para siempre enviándola a Juegos y Juegos 1? No, mañana sigo, ¿va? ((cómo si fuera escuchar, con sus horarios de gallina, jeje).
-0-
Cuando ella viene hago lista de música en la computadora. Tal vez si reproduzco aquí una se entenderá mejor su interés. 
Rigurosamente empiezan con el Mr., alias Dylan. Digamos:
Esta es una gran, madura versión, suspendida a la mitad.
Después puedo seguir, por ejemplo, así:
Como no está la canción que busco, va otra de su misma intérprete.
Y continúo.
Esta de don Baaba se cuece aparte.



Después de una pequeña muestra, pues las listas son largas, intento explicarme.
Tengo una información pobre. Al reconocerlo puedo descubrir o intuir algo, apenas eso. 
Viajo musicalmente por muchas partes -todas, iba a poner, y mentiría, desde luego-, y el universo se vuelve infinito.
Contrastar tradiciones sin tránsito suena estúpido y a mí me funciona. Cada pieza realza a la próxima en su singularidad.
-0-
Es un nuevo día, ella duerme para variar -jeje, workaholic con niña- y a las 2:32 am, abandonado como Jorge Negrete, le doy a esto que no entiendo de qué trata y sirve para pasarla.
Si en mi pubertad nada igualaba a los tríos, se bailaba con música "tropical" y sin esta Sonora y otros grupos y solistas la vida sería triste -sus mejores años habían pasado y regresaban en cines de reposición. 
No me tomaría por sorpresa, pues, el rescate que veinteañero izquierdoso contribuí a hacer. Quedaban poquísimos antros donde escucharla y nosotros nos refugiamos quizás en el mejor, frecuentado por judiciales y finas personas como ellos. Combo San Juan, se llamaba nuestra adoración y entrada a los secretos de aquella locura rítmica, así pareciera simplona en los boleros. Solo el son mexicano me sería más provocativo, cuando mucho después diera con él. 
Por ese combo recordé al maestro Jorrín, a quien luego trataría de tú.
Danzón, guaguanco, mambó, chachacha, perdían su esencia en los discos, de forma que escuchamos interpretaciones muy disminuidas. 
Va una segunda joya que escuché con un grupo olvidado y nada mal tampoco tocada en vivo por este par mexicano -volverían a hacerla famosa Bebo Valdés, el Cigala y demás.
Para entonces, claro, llevábamos tiempo roqueando. Los Beatles sonaron horribles al escucharlos por primera vez en una tienda donde busqué qué regalarle a mi Princesita -Ana casi me mata por la melcochada española que escogí siguiendo gustos de aquella natural born killer-. Al mes fueron lo más arrebatador. Se debía, pienso, a su en verdad singularísimo sonido -malo, si quieren- y a la monstruosa promoción cuyo quid posiblemente era el cuarteto, para desplazar a los solistas dueños del universo hasta ese día, y su origen arrabalero. 
-¡No hay un uno que hegemoniza, dibujándose principéscamente! Todos cabemos en un jarrito, si nos saben acomodar! -pensé con millones.
Vaya fortuna pues gracias a su éxito vino la revolución. Sin el sello Liverpool, Sargento Pimienta, pongo por caso mayor, no lo habría comprado ni Robison Crusoe. Era incomprensible para nuestros inexpertos oídos, y si bien Lennon y socios, George Martin incluido, lo niegan, casi para retirarse compusieron una pequeña sinfonía. 
Va como se puede porque repetidamente el big brother musical se estupidiza. Ocupaba casi todo el lado B de Abbey Road -el medley, le dicen- y aquí se cuela algún
cover, empezando por la primera canción, jeje... Dos horas después: no, mejor se lo pongo en casa; escuche sueltas dos cositas, una de ellas ligeramente distinta a la original.


Bueno, exageré y mucho. La revolución vino a la vez y más que nada desde el lado negro vindicado por negros y blancos. El olvido general -y mi afecto por Jack Bruce, jeje- pide poner esto.
Lo justo sería:
Siempre tercermundista, me perdí a multitud de conjuntos, algunos los conocí tarde y rock sin conciertos es como taco de bisteck -perdónenme, pero esa mierda y sus parientes los inventó vaya a saberse quién, para empobrecer nuestro paladar y sacar una lanota- y aquí no hubo manera.
Por favor, ni mencionen la fantochada Avándaro -jeje-. Va, en todo caso, el único grupo decente -La revolución de Emiliano Zapata emigró más o menos pronto (no haga caso, Seño, y pregúntele a alguien que sepa).
Me dejo de tonterías y adelantando treinta años el reloj llego a algo para mí entrañable. Bueno, que sean dos, griegas ambas cosas.

              
SIGUE