lunes, 17 de mayo de 2021

Personajes convenientes

No termino por aclarar cuándo a nuestros cincuenta años y algo volvimos a reunirnos, Ana. Y es que éramos personajes convenientes uno para el otro. 

Mira, te muestro: 1963, descubrimiento; 1965, me rescatas para ayuntarnos -jeje- un año; meses después tu ma nos regala el disco y aparece el único hotel de paso en nuestra vida juntos; cuasi silencio absoluto hasta que comienza 1968 y tú sombra durante mi viaje alargado a 1969; noviembre 1971, voy por ti, estás comprometida y sueltas el Terminaremos unidos; encuentro casual en 1976; gracias a Luisa, seis o siete noches duermo donde lo hacías antes; 1993, sin yo saberlo sigues mi infarto; octubre 1996, tengo una pareja y me citas para contarme que vendes la fábrica y te separas; al poco pierdo el paraíso y pretendes sin éxito reeditar el rapto; reunidos quién sabe cuándo luego, once meses de los cuales cada quien sustrae días enteros y mueres.

Cierto, de no ser por aquel accidente, sin duda compartiríamos hoy un techo. ¿O vuelvo a usar las declaraciones?

Desdramaticémonos, anda. Sino tuviste azotea ni corte de medianoche, ¿qué, a cambio? ¿Esa mirada que atraviesa el tiempo, atribuida por mí? 

Lo demás fue tal escribí en Las mil cosas con A y Ana primera.

A solas todos éramos muy poquita cosa, nos quedaba claro desde siempre, y había un mutuo, semi inconfeso despreció por quienes dejarían la piel construyendo el futuro profesional. Tú lo tenías garantizado y yo, J, ¿iría dando tumbos sin preocuparme o ni siquiera eso pues el cielo me reservaba una mágica, simplona solución, o varias, como fue

Gracias a ti J confirmaría que príncipes y princesas de cualquier tipo eran más o menos azarosos, despreciables productos, no importa si tocaban la gloria. Hasta el mismísimo Dylan cabía en el paquete, de forzarnos a dar calificaciones.

Esa canción nos ponía particularmente amorosos porque la cantábamos a coro, cómplices del autor una vez que descubriste su letra para mí, quien por años, creo, tenía con la música y la voz, cuyo intimismo me arrebataba permitiendo que como con ninguna otra viajara a placer con ella, profundamente complacido por la confianza del Mr.

Paro pues volveré a romantizar.   
         


F:jJf-