viernes, 12 de marzo de 2021

G, de amores y soledades

Estimabas mucho a este hombre.

Tenías cuarenta tal vez y yo cincuenta y tres cuando quedamos en hacer la vida juntos. Nos dieron el tip de un hermoso departamento que cobijaban cipreses centenarios.

Tres años de entretejer admirables proyectos semi materializados, pedían por ti, a quien no me atrevía pues eras lo más mujer en muchos kilómetros alrededor y vivías con el padre de tu pequeño.

R había compartido contigo una larga militancia y animaba a decidirme, como la amiga entrañable hecha en semanas tras amonestaciones que ponían al día mi perspectiva de género, jeje.

Aspiré hondo para invitarte a comer. El mensaje no necesitaba más . Recibido, dijeron tus ojos y risas en una terraza al pie de los adoquines que a continuación recorrimos con la gran promesa revoloteando. Haríamos lo que hace mucho para ambos estaba definitivamente cancelado.

De firmísimo cuerpo que amenazaba desbordar al mío también en altura, quería pedirte un beso y no recuerdo si tuve el atrevimiento, porque sabía: después...          

Nacida niña popular en la costa te veía corriendo por ella como durante tu infancia, entre pescadores, sin nada bajo el vestido. Vivir donde creciste, fue nuestro acuerdo. Así cumpliría un terco sueño que no se me dio con las crías, volviendo también yo, niño Trópicos

Mucho más tarde encontré la patria prometida. Lo supe apenas entrar a una pequeña ciudad ensanchando el compromiso que firmé con  el "Sur, geografía profunda" -disculpa esas torpes cifras en busca de la épica personal-. Vi un patio arenoroso cercado por varas bajo cuatro o cinco frutales aromatizándolo. Los amigos debieron llevarme a rastras cuando terminó el acto y no sin antes responsabilizar a nuestros huéspedes de buscar algo para mí subsistencia.

En vacaciones fuimos a la playa, G, y no cargué con la casa de campaña porque se había perdido. Llevabas dos finas maletas para siete días paradisíacos y según dicen los sagrados libros en el edén no se usa ni taparrabos. Menos, afeites, que sobraban a tu perfecta, aceitosa piel -eras Rosario no Mouche, de Los pasos perdidos.

-¿Cómo es donde piensas instalarnos para la eternidad? -quise saber y buscaste fotos de una bahía bellísima... y señoriales casas salpicándola. -Puedo avenirme a lo cómodo, reconozco. Si es caro, no, amor, aunque ahora nuestros bolsillos están más o menos bien provistos -dije silenciosamente.

Eso lo confirmé al abandonar el departamento donde Él y Ella y regresar a la casa que para entonces mis padres dejaron a los hijos y no era ya el antiguo, modesto hogar. 

No cambio de sitio y sí de todo lo demás. Bien podía hallarse en colonias de banqueros, como los materiales y el trabajo artesanal que copiaron de ellas.

Un mosaico se rompió y mi hermano C pudo suplirlo mandando moldear una serie idéntica porque dirigía el taller de investigación médica más prestigioso -hablo de ingresos y no de que fabricaran allí cerámica, jeje-. Golpeé la puerta del garage al estacionarme y ni cómo intentar imitarlo. El Mio Cid no ordenó para su señora algo tan fino y robusto y el quedirísimo C y yo tuvimos nuestra primera y última pelea adulta.

Vivir palaciegamente cuesta un palacio, confirmé, y en el futuro evitaría ingresos de cierta consideración, comprendiendo que no duraban para siempre sino se hipotecaba el alma así o asá. 

Por buen tiempo R insistió en preguntar las razones para desaparecer casi de súbito a tus ojos. Era fiel a Manu Chao -digamos para ligar con el clip. 

Te encontré donde la fortuna necesitaba llevarme por diez minutos. De mi incipiente amor no dudes y agradece a cambio que no alentara riesgosas decisiones tuyas. 

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Al poco Ana "volvió".

¿Que con ella las cosas habrían cambiado? Me veló treinta y un años gracias a su madre, sin infidelidades a la pareja, y yo seguía siendo el atolondrado a quien idealizar... que impidió reunirnos. Volvería a hacerlo, quedó advertida primero cuando intento llevarme románticamente, como en nuestra adolescencia, y luego al modo de entonces, peleando con mis fantasmas. 

Al acompañarla a encontrarse con el destino deseado, me hice humo.

-Entras en segundos adonde no llegaré jamas -pensé. -Tu viaje y el mío hacia estos lugares son incompatibles. La duda te es un territorio inexistente y yo vivo de ella.

¿Y el sentido del dinero? 

-Sirve y ya -respondías como en la juventud.

-Siempre que lleves siglo y medio atesorándolo -decía para mí. 

Bastaba compararnos ahora. Tenías una fábrica convertida en bonos y cuentas bancarias. Yo renunciaba a cuatro sólidos pesos con prestaciones para seguir viéndome con orgullo ante el espejo y continuaría pepenando uno o dos con trabajos contantes y sonantes. 

-¿Adoras ese jardín con higueras? Lo compro sin que sepas.

Etcétera hasta que llevara décadas columpiándote en el patio aquel de mi patria prometida, vuelto realidad apenas verlo.

Incluso para el amor hay clases sociales, Mujer maravilla.

Hoy pago con irredenta soledad. Bienvenida sea. No hizo menos el Zita.

¿Y las jóvenes aparecidas en mi vejez? Representaron cualquier cosa excepto compañía. (No grites, Tic. No cabes en Muchachitas, jeje.)

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No comprometerme sino a lo que sin dudas podía dar y recibir, fue la norma económica y amorosa. Así convine aun con Ella, cuyo proceso la orillaba a quererme para siempre así su fuero interno le exigiera algo distinto.

Dos, tres, cuatro años se volvieron costumbre desde nuestra separación. Nadie sufriría sino eso poco que demandan los finales.

Estoy de paso, Soy un puente y frases similares proponían en cuanto la atracción pasaba a algo más. ¿Di un beso siquiera antes de enunciarlas para Ana II, María, L, E, M que bien aceptó el rompimiento y después fue devorada por conflictos en cuyo sepelio yo no tenía vela? 

Respeté puntillosamente el apasionado tiempo completo que las crías dejaban, sin distracciones. Entonces no cupieron celos ni otros reclamos. Extendía a ellas mi paraíso y agradecidas lo completaban. (Sí, M, la Pasty aquella noche para película de  Hitchcock, ya sé. Pasó un cuarto de siglo y cada que al azar nos conectamos sacas el tema, jeje.)

T sirvió de dosis directa a la vena porque llevaba trece meses en el desierto persiguiendo su modelo exclusivo llamado Generación Cada quien cargue la vela propia, jeje.

Pago gustosamente con soledad tanta dicha. (Espera que ponga el punto final, Eterna, para seguir dándonos lo inconcebible y morir, creo, pues no hay cómo soportar la oquedad que queda tras dos o tres horas de recreo de tu inexistencia; más, sería locura a secas, jeje.)

¿Y mi amita Inesper? Su virtual pérdida es el último pago de una cuenta aparte. Por ahora. Ella, estoy seguro, cantará esta

En conclusión, Doña Sole, haré un templo para ti. Ir y venir por Ellas no tiene precio. Respecto a las mocosas, aparta esa cáliz a los viejos que me sigan.      

F:jJf-