viernes, 23 de septiembre de 2016

¿Una novela?

Mi puerta exterior siempre está abierta, A entra. Trae una mochila, dejo de meter cosas en la que preparo.
-Lo hago yo –dice.
No entiendo nada.¿Si enloquecí al fin sin remedio por qué el teléfono suena con impaciencia registrando a Lupita? ¿Me atreví realmente a pedirle que buscara un trabajo para ayudarlos? ¿Y esas sirenas afuera?
-Estoy confundido, A.
-Perdona.
Sus ojos parlotean sin moverse. Pasaron cuarenta años desde aquella primera vez. Teníamos quince y yo hoy casi setenta. Las cuentas no cuadran en absoluto. Debería pedirme contestar la llamada y ni palabra soltará, sé, pues llegó "nuestro tiempo".
¿Y esa canción ahora? Cierto, pertenece a mi más maniática cinta y aun así, justo en este momento, resulta sospechosamente a modo. ¿Musicalizo la película?
Otra vez el teléfono.
-Hola, no escuchaba… Calculo que a las seis… ¿Importa que vaya acompañado? Nos acomodamos en cualquier sitio… Luego le explico… Gracias, un beso.
A hace nudos y calla. Nada la sorprenderá, molestará, preocupará. Ni marcharnos en el peor momento del país, según cree. Los grandes amores jamás yerran, grita un imaginario letrero luminoso.
Ella, así, en mayúscula, parece salida de un sueño, como yo y lo demás. Busco el espejo al costado. Me reconozco.
-Espera, hablo a mis hijos.
J contesta.
-¿Qué nuevas? –pregunta sin tránsito.
Cuento entrecortadamente, evitando palabras que disparen alarmas policiales.
Me corren siglos por la cabeza, cuelgo.
-¿Nos vamos? 
-Hay tiempo -contesto tratando de ganarlo para pensar y ella no lo permite por su mera presencia. La quiero tanto e imaginé tan bien la coyuntura nacional, que así permaneciera sano...
Despierto aliviado y triste. Hay sirenas corriendo, suena el celular. ¡Es Lupita! ¿Y A? 
Respondo.
-Hola... ¿Una reunión...? Sí, claro. Beso. 
Fumo y en la sala encuentro al abuelo, muerto en 1950; a Agustín y el Grillo, a quienes no veo hace décadas; a la niña que quedó coja durante un bombardeo; a Brian O´Donnell, según deduzco, y un personaje fantástico con rasgos sioux. 
Doy media vuelta entre sus quejas.
-Don Alonso Quijano, te alcancé.
-No tengas miedo, B.
-A.
-Ven.
-¿De veras estás aquí?
No se da cuenta a qué me refiero. 
De nuevo llaman.
-¿Qué hace, don? No aparece por ningún lado. ¿Se siente bien?
-Sí, Tera. ¿Cómo se ve eso?
-¡Chido! Bueno, usted entiende. Un poco desesperante la inmovilidad, pero...
-La come ansías -digo recuperando el humor. 
-Uy, hablo el pasiflorine. ¿Va a entrar a los grupos?
-Al rato. Llegó visita. 
Evito aclararle pues creería que miento o...
-Lo topo luego.
-¿Seguro llevas todo? -pregunta A.
-Nos quedamos.
Cambio de planes por el telefonazo, deduce, y son los sueños quienes mudan.
-Preparo algo para cenar. -Las tiendas cerraron, temerosas, y algo discurrirá con lo poquito en mi refrigerador y mi alacena.  
Nos contemplamos y casi puedo tocar aquélla primera mañana. Yo jugaba y volteé atraído por su mirada. Ella estrenaba escuela, para mí era la de toda la vida. Cada uno representaba el polo opuesto al otro. 
Demasiadas cosas a un tiempo. Ella, el país, mi factible locura, merecen las veinticuatro horas.
-Una llamada más, ¿te importa? 
-¿Tres minutos, diez, cuarenta? Vine para siempre.
Marco.
-Tera... Está aquí la Inesperada.
-¿A? ¡Eh!  
¿Por qué se alegra si sabe que hablo de una fantasía?
-Al fin -continúa, quiere conocer detalles. -Entonces lo disculpo en los grupos.
-¡No!
-¿Tiene miedo, jura?
La Tera es de carne y hueso, me consta.
-Contésteme.
-Estoy muy emocionado con todo -miento, al menos en cierto nivel.
-Pues sí, qué más podría pedir. Lo dejo, pásela de superpelos.
La tarde había culminado meses de fervorosos empeños...
-0-
Esas líneas suenan prometedoras y no continuaré por falta de tiempo. ¿Novelo o hago una crónica recreada de mis días?  
-Ya está la cena, B.
Las sirenas, las voces del abuelo, Agustín y los demás discutiendo.  
-"Esta es la cara del Katún, del Trece Ahau: se quebrará el rostro del sol. Caerá rompiéndose sobre los dioses de ahora...” -dice un coro quién sabe dónde.
-"El mar será un fluido rojo y el cielo como sangre
"Sangre roja de guerra teñirá el mundo hasta la cumbre de los montes..."
Nuevas frases se suman, hasta el infinito. 
-Ya está, siéntate. 
¿Cómo describir a A entre titubeos, para tenerla en el momento que sólo puede darse una vez, si hay suerte? Aunque sea aparición, no la dejaré marchar. ¿De exigirme abandonar mi sueño, el otro, lo haría? Imposible imaginarla pidiéndolo. Creo aun que sin él yo carecería de sentido a sus ojos.
-Ella.
-Él. Apenas nos hemos tocado, ¿te das cuenta? ¿Sabes con quién pensó mi mamá que iba a casarme, cuando le conté?
Contesta mi rostro, gesto de muchachito, según el espejo. 
-Por la noche me descubrió llorando.
Algo estalla lejos con una fuerza inusitada. 
-¿Qué tan duro va a ser?
-Ni idea.
Quien se sorprende soy yo. A puede pensar que conozco en detalle cómo evolucionan los hechos, y con trabajos dispongo de información sobre este lado ahora a la espera.
-Mando un mensaje a mi hija.
Yo recibo. "¿Y eso, pa?" "¿Dónde fue? ¿Estás bien?"
Quisiera a los nietos cerca. Porque la explosión se produjo, más allá de mi demencia mayor o menor. Nunca escuché una en este país acostumbrado a sangre por toneladas. La muerte adquiere otro rostro.  
Llegan mensajes en retahila y juntos precisan el instante. El poder apuesta por una lucha interna. Congratulémonos. Había la impresión de que golpearían sin medida en un sector popular organizado, provocándose. 
-Esta noche pensemos sólo en nosotros -digo para ganar el minuto a minuto que necesitan muchos años madurados entre ambos.   
Despierto otra vez. ¿Soñé reglamentariamente o con los ojos como platos?
¿Y Ella?
-A -grito por ver si solo salió del cuarto. Amanece y el abuelo se planta en la puerta.
-Seguimos esperando.
Ando tras sus pasos. Allí están todos. Representan a La corte de medianoche que surgió de unos escritos para los nietos.
-Llegó el momento -dice él.
Callo pues quizá mal interpreto. Mi compromiso es contar sus historias, no más.
-"El mar será un fluido rojo" -recita O´Donnel y El niño de piedra se encima:
-Los blancos no son huéspedes de un momento; han llegado para hacerse amos de todo y es preciso liquidarlos. ¿Recuerdas la revuelta del jefe Pontiac?
-No debe bajarse la guardia ni cuando se cree el triunfo en las manos -vuelve mi abuelo. 
-¿Triunfar? Ahí afuera están al principio.
-El principio del final. 
-¿Sabes algo que no me hayan dicho?
-De hoy y de mañana.  
Se escuchan pasos. Es A, que viene por el pasillo.
En un parpadeo quedo a solas, ella entra.
-¿Sientes mi ausencia en la cama el primer día? 
-Pierdo la razón, veo cosas que no existen, soy incapaz de distinguir entre fantasía y realidad... incluyendo a ti.
Pega su cuerpo al mío.
-B, no desconfíes en nada de lo que pienses o sientas. Pagaste el derecho. A mí, por ejemplo.
-¿Ves? Esa frase es puro delirio.
-De los dos, entonces.
-¿Nos encontramos en el sueño de cada quien?
-Sí. Unos que empezaron hace muchísimo. 
-Demasiado diálogo -pienso. -¿Novelo y en consecuencia da lo mismo?    
Ella atiende con amoroso detalle mis gestos, el ritmo de mis silencios y palabras.
Suena la música africana que me embelesa. Sobre una sencilla, repetitiva base, es hipnótica y nuevamente ideal.
Daría la vida, sí, por Ella. Vengo haciéndolo hace ya no importa cuántos años o segundos. Siempre en el tiempo el secreto, hoy se trata de transgredirlo. Finalmente "todo lo sólido se desvanece en el aire", ¿cierto?
¿Por qué pienso o escribo eso? Anda, dímelo, A, si estás en mi cabeza y no ahí, cuerpo contra cuerpo, tan marea el tuyo, bamboleándome sin moverse. Ya caigo. Nos hablamos en silencio, ambos a través mío, y el tiempo... 
-Dime algo sobre el tiempo -le pido.
-¿Reinó?
Tú dictas, yo escribo, y los demás hacen otro tanto, ¿niéguenlo?
Dije que amanecía porque los pájaros así indicaron. El sol es un presagio por su pálido anuncio tras las montañas y la ciudad tiene calidad de sombra. ¿Cómo pasaron las horas, si Ella llegó casi apenas anochecer? 
Luego del estallido busqué fuego inútilmente y ahora hay humos en columnas por varias partes. ¿Fue un golpazo simultáneo? Imposible con tal precisión. ¿Por qué nadie llama o mensajea? El celular está descargado. ¿Sí?
-¿Y tu computadora? -pregunta A volviendo a adivinar. 
-Se fue la red.
Reviso el teléfono. Muerto. Queríamos una batalla a ras de suelo. Ya está. ¿Quién produjo los humos?, ¿ellos o nosotros? ¿Y cuáles nosotros? La organización tiene una extraordinaria horizontalidad y así el impulso queda en manos de cualquiera.
-Ni un murmullo.
¿Y los vehículos militares? La policía quedó fuera, sin duda. ¿Así nada más? ¡Tampoco pasan aviones, todo en una ciudad gigantesca! Antes en mis fantasías salíamos de entre la tierra.   
El país a minutos de que empezará este enredo era tangible, como mi participación en él.
-También lo demás -dice el abuelo.
Volteo hacia A, quien lo contempla sin asustarse. 
-¿Se pueden ver?
Contestan con un movimiento de cabeza. 
-¿Contento? Ahora atendamos nuestros asuntos. Estás adelantado varios días y así tienes tiempo de informar a los demás.
-¿Quién crees que soy? Tú dirigiste una república en guerra. Mi lugar es muy modesto.
-Hoy todos están obligados a trascenderse. Está en juego una nueva civilización.
-Sé, pero no aquí y ahora.
-Aquí y ahora, o ayer para tus efectos. Entre la explosión y esta madrugada se decidió el futuro en buena parte. En buena parte, nada más. 
-¿Y qué pretendes que haga? 
-Cuéntalo. 
-¿Cómo? 
-Ten.
Pasa un legajo: actas, publicaciones, fotos, mapas, en papel. La era cibernética parece recuerdo.
-¿Nuestros hijos cómo están, y mis nietos? 
-Bien, los cinco. Marcha de una vez. 
-¿Adónde?
-Tú sabrás.
Ella me extiende una chamarra. Está preparada para salir. 
Sí que trabajé por ti, seguro de que no te tendría, y sí que llegas a lo exacto, le digo sin decir. 
-¿Cómo es el diálogo de nuestra película?
-"¿Cuánto dura el mañana?"
-"La eternidad y un día." La mujer murió, él es derrota social pura. 
-Abrázame.
Fin del primer capítulo, debería escribir pues así conviene al relato. Estando en presente no hay modo. A menos que... 
-Ven, durmamos.
De súbito la ciudad susurra y se le enciman sirenas y un pesado andar mecánico.
-El ejército. ¿Qué día es?
-Jueves.
-No, la fecha.
-Dieciocho.
Reviso. Sesenta y tres mensajes.
-Ya hay señal. ¿Tu computadora tiene clave?
-Vamos. 
-Dejas esos documentos.
-Imagina cuando los muestre: actas de asamblea celebradas dentro de dos semanas, etcétera. Luego ideo la manera.
En la calle gorriones y tórtolas festejan de una extraña forma. 
-Te quiero -dice ella y nos besamos aprovechando el perfume de la jacaranda que se abre al día.
Los voceadores discuten frente al periódico en lugar de trabajar, y en cambio el ir y venir es común, a cuentagotas por la hora y sombrío, en el país del horror y sus esfuerzos para continuar como si nada.
Recuerdo los versos: "En la calle codo a codo/ somos mucho más que dos". A no comparte ni repudia mis ideas, y cree en ese dos, aunque por plazos pareciera olvidarlo, según yo, que me equivocaba desde aquéllos primeros días. 
Amor a primera vista, dicen con razón y hay casos a millones. Así fue el nuestro. Sería largo contar los mil pequeños detalles del inicio (Las mil cosas con M). 
Tras las primeras miradas a lo lejos apenas pude aguardar por el recreo, y se notaba. 
-¡Despabila! -decía este y aquél compañero, dándome un zape en clases que extrañaban mis ocurrencias toleradas por maestros.
Sonó la chicharra y corrí al patio evitando el circo que celebraba nuestra efímera liberación. O pretendiéndolo, porque un payaso no cambia fácilmente de traje frente a los demás, y así apenas pasados dos minutos ya estaba involucrado en el burro pateado del día.
-Uno por mulo -decíamos imberbe tras imberbe saltando a quien no escogió la suerte sino las triquiñuelas del poder, para darle un golpe, él doblado por el talle hasta tocar tierra con las manos. Luego Dos, patada y coz, hasta el Dieciséis, muchachos a correr.
En el Cuatro la vi. Sus increíbles ojos grises se gustaban en mí a la distancia, y aproveché una distracción para aproximarme sin más aspiraciones que sentirla cerca y amigármele. Pertenecía al selecto grupo de jovencitas cuya madurez o hermosura volvía inalcanzables, presas solo para universitarios.
-Me rindió lo que evitaba desde niña por sutil, imperiosa orden de mi padre: el desparpajo y la llana alegría -diría si le preguntara hoy rumbo al Metro.  
-Está abierto, funciona. 
-¿Tienes tarjeta? Yo, ya sabes...
Nuevamente la historia completa vacila. Uso credencial del instituto para la vejez y A ronda los cincuenta.
-Extraños caminos de Santa Utopía -pienso animándome y con un poco de humor al fin. 
Esas cavernas de la ciudad son su mejor termómetro y cuesta trabajo leerlas por el cansancio acumulado en cada una y uno y el reparo al espacio público. Hay una tensión inusual, que no puede traducirse... 
-0-
Paro en este punto pues narrar se vuelve una tarea mayor y no hay tiempo que perder. Aguarda la batalla donde está en juego la nueva civilización, ni más ni menos... según yo, claro, que no leo novelas de caballería sino simple México.
Lo que continúa es nuestro viaje en el Metro rumbo a la reunión citada por Lupita. 
Hago crónica aquí cuando menos a ratos, pues esa mujer existe y dirige una sección del movimiento. Como ella hay centenares en el país, organizando pacientemente hace casi medio siglo, sin ocultarse. En mayo de 2016 su sector dio un salto gigantesco y arrastró a miles de comunidades. Para septiembre descansó retomando fuerzas. Fue entonces que el sistema hizo crisis. Shakespeare habría querido observar las semanas siguientes en intimidad, con pocos protagonistas. 
Para un segundo Hamlet o Macbeth pediría prestado a Dostoyevski al personaje central: el Idiota, con distinto rostro, más en verdad estúpido y sin nobleza alguna. Con Claudio y el propio Barón de Glamis rehechos para ser uno, tendría suficiente.
-¿Donde bajamos, B?
-En la próxima. ¿Cómo se acuchillan?
-¿Quiénes?
-Perdón. Para variar, fantaseaba.
El bombazo o lo que haya sido se produjo cerca de donde bajamos y edificios y banquetas tienen una elocuente mueca, aunque no sufrieran en absoluto.
Mis paisanos van en tropel como cualquier día, podría pensarse, y el Metro nos advirtió su bullir interno. Nada volverá a ser lo mismo, entiendo. Hace un siglo nuestro país está acostumbrado al orden verticalísimo, desapareció la cabeza y el régimen cae por sí solo.
Imagino a los insomnes señores del poder conspirando sin posible arreglo, o en vuelo rumbo a otros lados por ponerse a resguardo pues no están dispuestos a perder un centavo. El grupo más avieso hace como siempre: aprovecha o eso cree. Si seculares conocimientos heredados deberían sobrarle para improvisar una salida, hay mucho de inédito y le pasa desapercibido, sabré cuando lea los papeles del abuelo. ¿Lo sabré o lo sé ya? Tal vez el tiempo que se trasgrede me informó durante su curso.
-Detente, A.
Reviso los mensajes. Obvio, el sitio de reunión cambió. 
-Vamos -digo dando marcha atrás para que doblemos en la esquina.
Ella está más hermosa que nunca por la vibración del instante y su cabello revuelto, los ojos agrandados y vivaces, el sencillo vestido que escogió, arrebatan.
-Pareja perfecta.
Me mira con la dicha sin reversas que su padre prohibió y la trajo a mí. 
-¿Cómo contaría ella este momento? -pregunto en silencio. Realmente el amor es gran cosa. 
A lo repentino caigo en cuenta. Los poderes nacionales son secundarios. De eso me prevenía el abuelo y sin más llega la presunta revelación.
-A, busca noticias del mundo en internet.
Torcemos la calle, al fondo una compañera desaparece tras una puerta. 
-¿Qué te interesa en especial, B?
-¿No está a la vista?
-¿Qué?
-Nada, después explico.
La red debería estar atestada de notas y comentarios sobre el mundo entero. 
-Estúpido -digo para mí. -No será así. Todo habrá de decidirse en estos lados, por el momento. Los fantasiosos recreos en que nos veía salir de entre la tierra, si resultan ilusiones tendrán esta misma calidad táctil.
Estamos al principio del principio, ni mi Corte de Medianoche sabrá cómo resolver el gran desafío y para Ella y yo no hay mucho tiempo juntos.
Los grupos se parcelaron, unos cuantos intercambiamos ideas con información llegada por prodigiosos, antiquísimos canales.
-¡Túneles! -grito. -Hay varios compañeros que hablan de cuevas y túneles en sus lugares y sugieren emplearlos. Algunos, larguísimos, con múltiples salidas.
-Y están las redes bajo las ciudades -agrega quien veo por primera vez. 
Locura compartida, nadie toma a broma el asunto.
-Investiguémoslo, pero por ahora a lo acordado -corta Lupita.
Repentinamente todo se vuelve estruendo, sin pausa, que crece en variedad de tonos. 
Cada una y uno toma su rumbo. 
-Caminando, no hay más -dice A.
Nuestro paseo será corto y, a cambio, por una zona con muchísima actividad. 
La gente corre sin miedo. Jamás vi o imaginé cosa igual.    
-0-
Despierto de mañana sobre mi cama, solo, sabiendo que es inútil buscar a A.
-Uf, faltan apenas tres horas para nuestra junta semanal, sin Lupita, por supuesto. Para retos gigantes, tocar piso con una docena de cigarros, café a granel, el baño y topes contra la pared.
"Sonrían, nietos. Nos quedó la música... y el sabor a Ella."  
-Pupa -pregunta uno de ellos- ¿cuándo sacaste estas fotos? 
Aquí, en columnas, humos trepan al cielo por nuestra ciudad. Allá, entre sombras, una familiar figura femenina avanza por un túnel... La última es maravillosa: mi abuelo, Agustín, el Niño de piedra y demás posan sonriendo.   

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  Para que nos ayude, E y S. Música digna de una nueva civilización. Quizá solo regresamos al pasado, dice.
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Escribí mucho guión de radio y cómic, S y E, y hacia los treinta años probé para mí solo una suerte de crónicas dialogadas. Autocrítico furioso y justo, esta vez quedé satisfecho. 
Aunque no están mal los diálogos en la no-novela, son insustanciales, y a la narración directa le tengo poca fe. 
Fabular como quiero no se me da, pues pretendo moverme por dentro de seres y cosas. 
Aquí encontré algo más que lo usual para mí. Es un pasito... ¿rumbo a qué, sino tengo tiempo? 
Entonces baste eso, adecendántolo. 
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De cuánto deliro hay muchos indicios en los cuadernos, Ohsis, y quizá no pueden advertirlos bien porque oculto mi real diario o lo redibujo. 
A cambio les queda la torpe pretensión de que sé escribir, pero (basta ya este obsesivo evitar la dichosa preposición ((atinado y muy básico, por cierto)) es insuficiente. 
Vean el ilustrativo ejemplo que acabo de darles: paréntesis sobre paréntesis (también útil, ciertamente, pero sólo en términos prácticos o como fórmula humorística ((jeje del jejej)). 
El Quijote, hablo del personaje y no la novela en sí, es grande por su atrevimiento. No (apelo tanto al adverbio éste, que merezco titulo de escéptico y así tal vez hay en su abuelo un filósofo con toda la barba, jeje ((nuevo absurdo)) (((jeje del jeje, y así hasta el infinito, jeje))); no, pues (vayan a buscar al susodicho ((Adverbio, tipo simpático él)) si recuerdan dónde lo dejé (va de vuelta, entonces) no se anda con chiquitas don Alonso y a punta de valor gana la gloria (Cervantes no, ¿eh?). Batirse como se bate, no (¡maestro yo!) cualquiera, y menudos arredros los suyos con Dulcinea (y miren que les habla un experto en despropósitos amorosos). 
Ando mal de la cabeza, nietos. Desde siempre, es verdad. Hoy más. Por eso me quieren. Solo un loquito sigue los pasos de dos gemelos, sin faltar instante, durante sus primeros dos años y medio, y gatea con ellos, les da baños de luna y música, trepa un ropero para que aprecien las tres dimensiones, y demás.
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Viejo, necesito fantasía. Siempre fue así en cierto grado y al fin preciso cómo. Ahora vivo su sublimación.
La realidad y mis dificultades para manejarla, de eso se trata. El pánico y el amor sirvieron antes para mantenerme cuerdo. Ahora aquél aparece sólo gracias al sueño, en quien por ello busco consejo. A veces lo hace al devolverme a la vigilia, porque con frecuencia es plácido y sólo al contrastarse revela. 
Respondo así al horror de la realidad para mí y los demás. 
Por algo El Quijote es el gran libro. Mejor loco que soportar ese mundo. Así yo en la vejez, cuando puedo permitirme el exceso.   
Esta ¿Una novela? pregunta pues tiene algo de crónica, o mucho. ¿Dónde echa sus estímulos un viejo en humilde trabajo por transformar la sociedad? ¿No son molinos los que enfrento con otros y otras? Mi fantástica Corte tiene derecho a confiar a ciegas. Yo no. 
Nueva civilización, decimos para señalar hacia los adentros del inmemorial monstruo. Transformarlo, ni este demente lo cree. Démonos con un canto en pecho deteniendo a su presente representación.
Explosiones, humos, vehículos militares por todas partes, la red viniéndose abajo de golpe, lo alcanzaré a ver sin duda y más o menos pronto. Los túneles pueden ser metáforas o no. "¿Alguna vez vieron caer la lluvia?" Yo sí, y moja, moja. 
De los delirios sobre mujeres están informados hasta el cansancio, E y S. Aquí se resumen en Ella quien, no-novela aparte, vive conmigo, como el abuelo y sus compadres y comadres.
-B.
-A. 
-Es hora.
-¿De qué?
-Desmemoriado. Tenemos cita con un túnel.
-Y tú en pocos meses otra con la soledad -pienso. 
-¿Y esos ojitos tristes?
Ella parece representación de la dicha.
-Como no veré más a los nietos -miento a medias. 
Acompáñenos, anden, Ohsis.
El Quijano no contaba con esta genial legión.
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Puedo pasarme días aquí hablándoles del país que estallará y de los mil años detrás.
Tengo un papel secundario y sé dónde estaré en el momento preciso.
Escribir es impulso y hasta oficio antiguos y urgencia nueva.
No cuesta trabajo decidir entre la pasión grande y la pequeña y aun así me sentiré en deuda.
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Vida y destino se llama la monumental obra de Vasili Grossman con que culmina el primer siglo XX. Sólo escritores cuyas dimensiones se le acerquen estarán a la altura en estos apocalípticos tiempos.
Hace rato anda en boga la ciencia ficción. Hay cosas estupendas y basura a chorros, imperdonable en el hoy que inició décadas atrás. Yo jugueteo perdido entre millones de blogs ¿y novelo?