sábado, 7 de septiembre de 2019

Segunda patria


Tenía cinco años cuando Pinillas, el simpático tío con halo de aventura que todos deben tener, me llevó a un partido. Dejo para otro día la mañana capaz de asomarse a mi infancia y al país citadino contemporáneo, y me concentro en la cosita asombrada por todo: el aboroto de los ríos en camino, el gigante que aparece, el inconcebible tumulto en el inconcebible túnel, el pasmoso universo vuelto sobre sí...
Un segundo tío salta a la cancha en uniforme del Asturias, el estruendo se pronuncia en contra con banderas azulgrana, y entre el expresivo sube y baja anímico es cada vez más inutil el empeño de Pinillas por azuzarme a la afiliación familiar... en el momento más importante de mi vida. 
Cuánto me empeñé en que el espectáculo cuya mecánica no entendía conservara el flujo de ola creciendo contra mi identidad. Te salvarás, prometía y cumplió tras eternos noventa minutos, con el estruendo entre el que me conducía el apesumbrado tío. La sombra bronce de la calle, por un momento convertida en brillo, se jactaba: Asturias 2, Atlante 4. Con eso tenía para azotar a gusto el ceceo de mis condiscípulos, el derecho a la azotea, a su espléndida vista y cuanto en adelante quisiera de una realidad sin parpadeos.
Acompañado por mi Potro de Hierro hice los diarios paseos a solas en bicicleta descubriendo la ciudad que se agotaba tras la ciudad, o en camiones al Centro donde los siglos parecían un parlanchín avispero. (-No te pases de verga- dice mi esquizo. -Es neta, buey -le contesto. -Ésta, pendejo -responde agarrándose nuestra gloriosa riata-, y a hablar así no nos enseñó el estadio. -Ahí te buscan -lo distraigo y sigo mamando.)
Montado en él me arrimé a los barrios campesinos convertidos en obreros y fui un buen criador legándolo a mis chamacos.
-0-

Te pasaste de romántica primer siglo XIX mexicano, viñetita. Apestas a cursi, pues.