lunes, 1 de febrero de 2016

C (Ellas)

Otra vez la canción no es casual. Nos la dedicábamos pidiéndosela a los músicos en el mágico cabaretucho que nuestra familia militante descubrió.
Jamás hablo de C pues "nuestro tiempo" fue muy breve y mucho antes de lo previsto murió en extrañas circunstancias.  
Compartimos promesas con otros y otras y la conocía muy poco en verdad. Algo intuí durante el par de intensos meses en que nos buscamos, cada uno y una desesperado por su cuenta. 
Yo era un poco mayor y me aventajaba con mucho en la pasión. El última día a solas por primera vez tuve conciencia de mi simplicidad amatoria, digamos. 
No importa. Vale ahora cuánto viví encantado y cuánto ella. Ir al hotel fue su iniciativa -sin darme cuenta yo seguía vendiendo cuentas de vidrio. 
Remito a ese inicial encuentro de los cuerpos.
-Tendrás que dejar a H -le dije con nuestros rostros embebidos a cinco centímetros entre ellos. 
-Sí -respondió con el mismo arrebol de semanas después a la distancia, vigilados por cincuenta compañeras y compañeros. 
Nos veíamos en secreto y la necesidad de permanecer pegaditos nos exhibió en circunstancias catastróficas -mido la palabra. 
De perder la razón por amor no sabe sino yo, sobre todo ese miércoles y el sábado y domingo próximos, creo tontamente porque vaya a calcularse cuántos lo hicieron antes y después. Y ella respondió con puntualidad.
Cuánto nos queremos, sé entre la borrachera dentro del auto, caminando abrazados por mi Santo lugar, furtivos en donde había una justa prohibición y tercos una vez descubiertos. Su espera por mi mirada a cincuenta temblorosos metros.
(Para variar, soporto mis historias porque la bobaliquería tiene detrás acentos trágicos. Enseguida y debido a causas relacionadas con nuestra aventura, estuve cerca de perder para siempre la razón. C ni se acordaba de aquello, seguro, y sí de lo que la llevó a mí, cuando con treinta y tantos años murió en circunstancias extrañas.
(El pequeño, inhábil hombre habría sido un buen sostén a lo lejos, sin romance, pensé muchas veces.
(Era guapísima y no sobra mencionarlo porque su belleza, me parece, algo tenía que ver con sus infortunios.
(Invocándola los días vuelven. Cuánto nos queremos, sé entre la borrachera dentro del auto, caminando abrazados por mi Santo lugar, furtivos en donde había una justa prohibición y tercos una vez descubiertos: su espera por mi mirada a cincuenta temblorosos metros, y el reto universal.
(No recuerdo nada que brillara más que tu rostro en esos momentos, le digo frívolamente ahora.
(Los amores son así. Cuando parecen durar un segundo tocan y tocan a la puerta con el tiempo. Si de algo sirve, sigues en mí.)