Me apena usarme como personaje en estos cuadernos donde se me puede reconocer y no. A cambio, creo, nos represento en tanto universo.
Necesitaba emprenderlos -a ellos, no a sus señorías (jejeemos)- porque la supervivencia emocional cuesta trabajo, haciendo al paso un nombre que permitiriera sostear el futuro económico, pues solo sé leer y medio escribir.
Somos mayorías, incluído desde luego mi propio abuelo, firmante del telegrama anexo en ¿Cómo no sentirse pequeño?, semifalso título, queda claro ahora.

Si resumiera mi historia con cierta corrección encontraríamos lo obvio: intraducibles años y años.
Disculpen, pues, la vanidad forzosa de quien ha de vivir entre luminarias, así alumbren apenas y lo abomine.