domingo, 7 de abril de 2019

Crisis

Mal que bien estos cuadernos siguen cumpliendo su función. No deberían ser un diario personal y por plazos lo hacen aunque parezca otra cosa.
De sobrevivir peleando, va el asunto, hasta alcanzar la meta propia y colectiva. Si quedo a medio camino fallo a los demás.
"Índice de calidad del aire" a las 5:38 am: "mala". Te pones difícil, modelo maldito, pues sin mis ejercicios de respiración cuesta recuperarse. Pude morir ayer, por excederme con cargas que no son para el setentón a quien se le calcifica una arteria coronaria. Sumemos la ansiedad crónica y finalmente protectora, en tanto alerta. 
-Vales nada -susurran.
-Respondan, sueños -contesto. -Son tan dulces. Y diles tú, Tic, amor incondicional.
Mirar hacia atrás, como acto de entendimiento y discurso que justifica.
       No me rendirán así nomás.

Hacia 1982 una crisis sistémica produjo efectos profundos en las clases populares. Desempleados, muchos obreros se volvieron vendedores ambulantes y taxistas o plomeros y electricistas por cuenta propia, o ponían pequeños negocios, modestísimos en su mayoría -tiendas de barrio improvisadas, sobre todo. 
Años después una investigación sin aparente nexo con el tema, me descubrió que tan catastrófico fue ese tiempo para ellas. Si por primera vez la matrícula escolar descendió, no podía explicarse ni considerando el fin del monumental crecimiento demográfico que había empezado en 1940 -¡nos multiplicamos cuatro tantos entre una y otra fecha!-. Tengo a manos números y prescindo de ellos, sin saber bien a bien cómo hacerlos ilustrativos. 
Recuerdo solo que se nos hizo creer en una crisis sin nexos con el nuevo modelo, del cual los mortales mexicanos no hablábamos todavía. Poco antes escuché accidentalmente a quien dirigía la institución continental donde Ella trabajaba.
-El nuevo presidente representa al monstruo. 
Meses después un amigo al que encontré también por azar, estaba demolido.
-Desmantelan los apoyos al campo. 
Cuarenta años tirados a la basura, era su conclusión.   
Hacía buen rato un antiguo conocido, estudiante estadounidense de intercambio y ya entonces economista, se burló con cortesía al escuchar mis sencillas argumentaciones. 
-¿Para qué quieres que México sea autosuficiente? Los países deben dedicarse a su mejor producción y sin fronteras...
Me lo había dicho donde por ahí de 1986-87 mi hermano mayor tendría tertulias con científicos nacionales como él. Cierto día una entusiasta pareja los asombró.
-Renunciamos para volvernos empresarios. 
-¿Y sus posgrados e investigaciones bien avanzadas?
-Todo se volvió área de oportunidad.
La vocación no importaba más.
Torpe, yo tardaría en entender que el capital financiero reinaba por toda la tierra y que contra eso no había defensa. 
-A una acción en bolsa no pueden dársele cachetadas -diría mi gurú cuando el proceso avanzará.
En pleno siglo XXI regresé al Santo Lugar para escribir un acercamiento cálido a la memoria y no encontré a quienes según alguien durante los setentas habíamos trabajado por construir "el barrio solidario del futuro". 
Aquello era una ciudad dormitorio más, sin concierto, cuyas colonias no formaron comunidad y se debatían entre gastados sueños personales y pobreza. ¿Como presagiarlo al marchar, si estaba seguro de que nadie detendría nuestro sueño? No me recuperaría jamás por su pérdida. Tampoco Agustín, María, Nabor, Cristina, el Güitas, supe en ese momento.
Al hacer el libro renuncié a reconstruir la historia. Nosotros trabajamos por una revolución día con día, acto tras acto, otros tenían planes muy distintos y aun así contribuían a ella y detrás de todos había intrincadas redes que tiempo atrás disparaban hacia muchos sitios. ¿Con qué cara presumir un exhaustivo conocimiento sobre algo iniciado aquí y allá en los años cincuenta, treinta o antes, aunque para 1960 ese valle contiguo al de la gran capital casi se redujera a sus siete pueblos originarios?
Durante aquélla hasta allí alcanzaba, entre otros, el influjo de la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), recién fundada por Génaro Vázquez y sus compañeros. Respondían, supongo, al efecto que aquella tuvo en nuestra gran ciudad y quién sabe cuánto se relacionarían más tarde con una disidencia magisterial cuya acción no percibíamos y se concretaría para 1979 en la CNTE. Misael Núñez militaba ya cuando cuatro años atrás los trabajadores de General Electric decidieron resistir en La Loma quizá gracias a él, que dirigiría allí una escuela primaria.
A su vez la ACG resulta incomprensible sin los nexos Estado-sociedad producto del cardenismo. Ya tocado el tema, cabe preguntarse sino quedaban también residuos dejados por la Escuela Socialista en el Ecatepec rural o semirural.
La Crisis echó todo abajo. O así parecía, pues a ese municipio no lograron escamotearle su triunfo electoral con el fraude de 1988.
Quiero consolarme, inútilmente. Hay un sistema que aprovechan y quién sabe si manejan los Malditos. No podemos descifrarlo sino en términos teóricos, a través de nuestros intelectuales. Para nosotros se desvanece en el aire. Solo desapareciéndolo habrá manera de llamar a las cosas por su nombre.
Ingenuos, ¿cómo preverlo trabajando los sueños hace cuarenta años?