Estoy cansado, muy cansado, abuelo. Apenas me tengo en pie, ¿ves? Me vence lo que
jamás conociste, hace tanto. Mi pequeño cuerpo es un prodigio. El daño está en
el alma. Menuda tontería, perdona, que no hago sino revolcar la gata. Cárgame
un rato, anda.
A la mañana siguiente rumbo al trabajo pienso:
-Lázaro, a quien diga que fue fácil, levántalo y ponlo a andar.