miércoles, 17 de noviembre de 2021

La última canción

 La última canción, digamos, termina siendo esta.

No debe extrañarme, la compuso Mark Knopfler.

La película que musicaliza tal vez hace trampas y aun así o incluso por ello me gusta mucho. 


Todo se derruye allí con una lágrima de enamorado que falla. 


 

domingo, 14 de noviembre de 2021

Aficiones

 En futbol mis crías y yo somos aficionados de estadio y muy activos. Aunque grito tanto como ellos, me superan con mucho al protagonizar los partidos, pues le hago al fan entrenador amoroso y ese duo intenta bajar al contrario a improperios, jeje.

El equipo está en la Segunda División de Ni Ascenso y regresa a nuestra ciudad tras años deambulando. No faltamos encuentro y así los nietos continúan la tradición con unos cuantos miles.

¿Qué nos identifica? No ser comemierdas, como quienes deliran por "clubes" que reflejan fielmente al peor país en la materia, considerando el capital invertido, muy por encima, pongamos, del brasileño, argentino o uruguayo, glorias continentales. Antes la tierra no conocía un deporte espectáculo tan en manos de las televisoras, que hoy sirve a las mafias para lavar dinero, famoso por organizar dos mundiales y jamás acceder al cuarto partido.

Desde 1916 al Atlante lo llaman "el equipo del pueblo". Nació barriero capitalino y para los años noventa llevaba casi medio siglo sin campeonato y con pocos seguidores. 

Imaginen nuestro placer cada lunes en el trabajo o la escuela mentando madres a tumultuosos americanistas, rayados, pumitas, cementeros. Éramos el negrito pateando culos de arroces, se perdiera o, cuando llegaron las vacas gordas, había triunfos.  

La camiseta también sirve para templar el carácter y anoche, por ejemplo, en un amistoso, como fans superados en número por los visitantes, vinimos de un 0-2 para empatar al "estudiantado" auriazul. Nuestra nómina era 5% en comparación. 

Por amistades compartidas, me entremezcle con una pequeña banda pumita. Alguien entre ella, ufano, se burlo de mí:

-Qué bárbaro. Heredar tu amor por una playera que a puro derrota la llevaba y ahora, mira nomás. 

-Sacaste el cobre -respondí. -Muy de izquierda tú, ¿verdad?, y solo te rifan los triunfadores. Paso a recordar que en este saco de mierda llamada país hace cien años tercamente ganan políticos ladrones, empresas mediáticas y mafiasos asociados a ellas.    Las consignas qué gritas fueron importadas para encender ánimos incontrolables y en tus barras abundan los porros de rectoría, rompehuelgas expertos.

"Entre nosotros, en cambio... -rematé a lo demagogo y no."     

Ahí dejamos nuestra reputación, a ver quién es el valiente que la destroza, parodiando un dicho.

PD. El triste espectáculo de los aficionados nacionales culmina con su delirio por el Barsa, el Real Madrid y otros equipos europeos a quienes jamás vieron en una cancha, y por tanto son fans de televisión llevados a las últimas, degradantes consecuencias. Menos presenciaron, claro, entrenamientos, y los jugadores no conocerán jamás sus abrazos a la salida. De futbol saben menos todavía que nuestro periodismo deportivo, replicante de reporteros y columnistas acostumbrados al chayo.  

-¿PSqué? -pregunto. -Soy Potro, no anden mamando, jeje.

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Dejen les muestro una delirante viñeta: 

Segunda patria

Tenía cinco años cuando Pinillas, el simpático tío con halo de aventura que todos deben tener, me llevó a un partido. Dejo para otro día la mañana capaz de asomarse a mi infancia y al país citadino contemporáneo, y me concentro en la cosita asombrada por todo: el aboroto de los ríos en camino, el gigante que aparece, el inconcebible tumulto en el inconcebible túnel, el pasmoso universo vuelto sobre sí...
Un segundo tío salta a la cancha en uniforme del Asturias, el estruendo se pronuncia en contra con banderas azulgrana, y entre el expresivo sube y baja anímico es cada vez más inutil el empeño de Pinillas por azuzarme a la afiliación familiar... en el momento más importante de mi vida. 
Cuánto me empeñé en que el espectáculo cuya mecánica no entendía conservara el flujo de ola creciendo contra mi identidad. Te salvarás, prometía y cumplió tras eternos noventa minutos, con el estruendo entre el que me conducía el apesumbrado tío. La sombra bronce de la calle, por un momento convertida en brillo, se jactaba: Asturias 2, Atlante 4. Con eso tenía para azotar a gusto el ceceo de mis condiscípulos, el derecho a la azotea, a su espléndida vista y cuanto en adelante quisiera de una realidad sin parpadeos.
Acompañado por mi Potro de Hierro hice los diarios paseos a solas en bicicleta descubriendo la ciudad que se agotaba tras la ciudad, o en camiones al Centro donde los siglos parecían un parlanchín avispero. (-No te pases de verga- dice mi esquizo. -Es neta, buey -le contesto. -Ésta, pendejo -responde agarrándose nuestra gloriosa riata-, y a hablar así no nos enseñó el estadio. -Ahí te buscan -lo distraigo y sigo mamando.)
Montado en él me arrimé a los barrios campesinos convertidos en obreros y fui un buen criador legándolo a mis chamacos.

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Los deportes espectáculo fueron reivindicados por grandes tipos: Gaudí, Camus, etcétera, etcétera. 

En el México contemporáneo quiere imitarlos quien tenía todo para sacarnos del marasmo literario y debió conformarse con dar unos cuantos do de pecho, que aun así agradecemos. 

Ni modo, tuvo que sacarle tajada a nuestra miseria estructural volviendo épicos a partidos insulsos, cronistas chapuceros y demás. 

Ratones verdes son nuestros seleccionados y cuanto se busque desde las ligas infantiles.