sábado, 27 de junio de 2020

La nueva Corte de Medianoche y el regreso de Atrevida

Pórtate bien, blog. Mira qué pinche caos armaste.
Pasan años y otra vez La Corte de Medianoche me cita. Los denunciantes componen ahora una densa mancha, mucho más plural en atavíos y hablas, y al costado tiene una sillería con personajes literarios y cinematográficos, que presiden Dersú Uzala y Sada Abe.
Mi abuelo repite la amonestación y callo, consciente de que no cumpliré el ofrecimiento. 
-Ni modo -dice Belarmo precipitando el alivio general cuyo aderezo son risillas en pequeños corros.
-Vaya, se perdió la solemnidad -celebra Atrevida, hija adoptiva, quien reaparece tras mensajes intercambiados y vuelve a lo suyo. -¿Dónde está esa pinche crónica?
-Espera, te muestro algo. Hay alineados a derecha e izquierda y cursivas.
-Va. 

"Está claro que Emilio Lozoya no es exponente de ´la peor corrupción estructural mexicana´. Hay episodios, sistemas, tramas, personajes y fortunas mucho peores. Nomás pensemos en el imperio corrupto de Carlos Salinas de Gortari." Eso escribe en Proceso el impresentable Pablo Gómez, firmante de la Alianza por México(1). Y remata: "Lo peor de este periodo de la historia del Estado corrupto mexicano sería que el desempeño de Emilio Lozoya resultara haber sido marginal, poco cosa en términos comparativos al gran total".

¿Golpes mediáticos?, debe preguntarse a AMLO.



Los actores y sus efectos están a la vista. Con un día tenemos para apabullarnos, por sí o cuanto ilumina alrededor. ¿En verdad?

Empiezo por quien de algo conozco, aunque hoy su papel sea periférico y haya mirado hacia él gracias a otros. Hace cinco años escribí:

Quizá el junior de la clase política más visible en los medios es Manuel Velasco Coello, quien a los treinta y dos años se hizo gobernador de Chiapas. Militante del falso "Partido Verde Ecologista de México (PVEM), comulga con el Revolucionario Institucional (PRI), se entiende con Nueva Alianza" y llegó al cargo protegido de paso "por la casta dominante del Partido de la Revolución Democrática (PRD)". 

Su familia es abolengo caciquil puro, que le transfiere su abuelo paterno, gobernador en 1970, y la vicegobernadora actual, como se llama a su madre, Leticia Coello. 

Busco el posible parentesco de esta mujer con un personaje central en la violencia que prepara esta de hoy: Javier Coello Trejo (JCT). No encuentro relación después de revisar un rato...

Hasta ayer JCT llevaba la defensa de Emilio Lozoya, el ex funcionario más perseguido, cuarentón a quien en 2009 encargaron fundar redes para inversiones a nivel global que harían de Enrique Peña Nieto nuestro presidente, descubierto como pieza clave en los casos Odrebrechtd y Agro Nitrogenados, que tras dos años esquivando la justicia decide colaborar con ella. Estás universalmente solo, dice la renuncia de Coello a asistirle. 

Vuelvo a lo que "sé":

Al preguntársele a Sergio Aguayo sobre el poder político que en su abundancia se precipita con descaro a actos criminales, luego de una recapitulación histórica remontada a las primeras etapas coloniales, encuentra el caso emblemático de Javier Coello Trejo.

A este fiscal de hierro de la procuraduría general de justicia a partir de 1988, Calderoni rendirá cuentas desde entonces. En su gestión se le acusa de más de ochocientas violaciones a los derechos humanos. Algunas repiten el proceder en Chihuahua durante los interrogatorios a una pareja de acusados que no se reconocen como narcotraficantes: Armando Prado Mena fallece por las lesiones de la tortura y a Emiliano Olivas Madrigal lo arrojan desde un sexto piso.

Tres casos desbordan las fronteras: el asesinato de Norma Corona Sapién, la compañera de oficio de Digna Ochoa que en Sinaloa investiga la responsabilidad de un subalterno de Coello en la muerte de cuatro personas, y los de los hermanos Héctor, Jaime y Érik Quijano Santoyo.

En el tercero, al amanecer un grupo de agentes baja de una Suburban roja y un Topaz sin placas, y allana las casas de tres estudiantes venezolanos y de un abogado. Al día siguiente la esposa de unos de los jóvenes acude a las oficinas de la Judicial Federal y ve la caminera. Veinte días después en una fosa de dos metros de profundidad aparecen los cadáveres de los cuatro secuestrados, con huellas de tortura y orificios de bala.

El tipo de hombres causantes de estos actos forma la escolta del subprocurador de delitos contra la salud, a la que al poco se le comprueba un para ella alegre jugueteo en el sur de la ciudad de México: ultrajar mujeres. Diecinueve son animadas a levantar cargos. Ni eso ni las recomendaciones de organismos nacionales e internacionales le valdrán castigo directo o indirecto al hombre que Salinas encargó para dar el primer, trascendental golpe dentro del régimen, apresando a Joaquín Hernández Galicia, la Quina, el poderosísimo líder del sindicato petrolero.

En 1993 y para escapar en unos años, cae preso Joaquín el Chapo Guzmán. Las primeras versiones, desmentidas luego, aseguran se encontraba en un rancho de Coello.

El fiscal de hierro parece un personaje que ilustra a la perfección cómo la violencia del régimen priista muda con el peculiar neoliberalismo autóctono*.

"Operación con recursos de procedencia ilícita, es el cargo central a Lozoya, a quien Coello abandona ahora y hace que tiemble Peña Nieto y su círculo cercano, según la prensa.

¿Hasta dónde se atreverá AMLO? ¿Asume por fin la gran confrontación con los poderes económicos?

Paralelamente su fiscal da tácito carpetazo a la "verdad histórica" sobre cómo desaparecieron los cuarenta y tres estudiantes de Ayopzinapa y fueron asesinados otros cinco. Hay órdenes de apresión por docenas, si bien las fuerzas públicas federales permanecen intocadas.
¿El país tiembla y asoman cabezas capaces de todo lo concecible ayer y hoy, cuando Obrador da su segundo informe gubernamental?

Tres días antes Omar García Harfuch, Secretario de Seguridad Ciudadana en nuestra ciudad capital, sufría un atentado y responsabilizando al cartel Jalisco Nueva Generación molestó a sus superiores, que enseguida aclarararían: No dan inicio las indagatorias. 

El hombre cuenta con un curriculum familiar muy considerable. Por abuelo, al que fue Secretario de la Defensa durante la masacre a estudiantes en 1968, y como abuelo a quien para los años 1970 dirigiría la llamada Guerra Sucia. Él mismo parece vinculado a los propios desaparecidos y muertos de Ayotzinapa, factiblemente relacionado con Guerreros Unidos, mafía a la cual se atribuye, cuando menos, participación directa, y conforme a un cable que divulgó WikiLeaks, en 2011 Estados Unidos lo volvió sospechoso de "irregularidades o actos delincuenciales".

Menudos abismos los que cercan a la 4T, no importa si fueron cavados por imbéciles. Tienen por aval al modelo planetario.

Termino creyendo, en efecto, AMLO: sobre todo das un golpe mediático. Aun así y protagonizado el drama por personajes de pobre perfil, la sangre es sangre y escurre a mares.
De paso: en un declaración muy delicada y que termina por pasar inadvertida, Obrador señaló antes de apresar a Lozoya: es inmoral que Coello definda también a Hertz Manero, su fiscal. ¿El presidente estaba disgustado con éste y por ello Coello deja a Lozoya? ¿De dónde la asociación?

¿Nos vale madres, jeje? 
 -¿Y esa imagen? -pregunta Atre. 
-Remite a Carlos Salinas, ¿recuerdas?
-En la crónica.
-Sí. 
-¿Que se detuvo cuándo?
-2018 ó 2019, no preciso. 
-Realmente eres un desmadre, jeje.
-Dejó de importame el país. Bueno, lo hizo avanzado el año a continuación, aunque mi abuelo y yo para entonces mirábamos hacia otro lado. Mira esto que hoy puso Ce Acatl, guerrerense nieto feisbuquero pasado de tueste por la edad, pues ronda los cincuenta:  
 -Jajaja. Yo soy tantito de esas.
-Ya sé.
-¿Y la crónica?
-¡Me lleva la verga, pejelover! 
-Un café en nuestra Alameda, ¿vale?
-Cómo los hispanizaron, qué bárbaro. Era "sale", te aclare.
-Uy, en tus tiempos, jaja.
-Recuerdo las viñetas que citan al ilustre parque: y La extraña guerra.
-Olvida esa madre. Un frappé -dice volteando a quien atiende.
-Frappés... Chamaquitos posmodernos, jeje.   


1.  

*La información proviene de una entrevista hecha por el equipo que trabajaba para Felipe Cassals, al preparar su película Digna. 

¿EN DÓNDE SEGUIRA ESTO, JEJE?  
  
     

lunes, 15 de junio de 2020

Aparta de mí ese cáliz 1

No tolero la serie española que rompe ratings presumiendo recordar los tiempos en torno a la transición democrática.
Justo entonces hice mis primeras visitas a ese país. Venía del México de los pasmosos contrastes sociales y un régimen de casi cinco décadas que no se andaba con miramientos para machacar opositores. Aun así quedé perplejo.
La segunda estancia se prolongó once meses, entre 1976 y 1977. Rumbo a Asturias, con mi mujer y mi hijo hice escala en Madrid, en el piso de una familia a quien nos etiquetaron. Se trataba de una entrada por la puerta grande a lo que había oteado dos años atrás -el susurro de lo pequeño es de una elocuencia no menor que los clamores de lo grande.
El lugar estaba presidido por una pareja que convocaba a los cómics de humor y resultaba sin embargo muy para los ácidos del nunca suficientemente reverenciado Carlos Gímenez.
No creo en la existencia de gente tonta, pero como toda regla tiene su excepción, con la patrona de la casa fui a encontrarla. Debía medir 1:70, pesaba muy por encima de los cien kilos y el rostro parecía tomado de una roca, sin trabajo posterior alguno. Él apenas rebasaba el 1:60, sus hombros eran los más escuálidos y estrechos vistos en mi vida, al tórax lo coronaba un majestuoso vientre, y en la calle debía representar el papel de un hispano Gutierritos –personaje de la primera telenovela mexicana de gran éxito, a quien daban coscorrones y colgaban chistosos papeles en la espalda-. Pero al llegar a casa era tan Dios como el que más.
El reinado familiar de la pareja tenía su más palpable expresión en el desprecio a la hija mayor, por un buen motivo: era inteligente. Tanto había sido el maltrato, que esta cálida mujer cercana a los treinta estaba a punto de ser fea –noción que, de vuelta, no suele entrar en mi cabeza-, de espalda encorvada, los granos cebándose en el rostro, unos espejuelos de grueso armazón que usaba para terminar de ocultarse al mundo, pues no los necesitaba.
Vivimos momentos sublimes en aquel hogar -y tanto, con sus criaturas bullendo en el caldero-. Como el par de veces en una semana en que, en saludo a la modernidad recién instaurada en el baño, la ama dio de voces pidiendo la asistieran en la tina, donde sólo Dios sabe cómo entró pero nunca cómo saldría.

O como la sobremesa en que desde el pontificado de la silla principal, el Señor repitió para nosotros la encíclica promulgada para los hijos quién sabe cuánto antes: estaba científicamente comprobada la superioridad de la raza blanca y los negros eran micos (habría repetido aquello, en voz baja desde luego, aún en las calles de Nueva York, donde por entonces la gente se abría al paso de la belleza y la altanería de los Panteras Negras). Y con la raza negra iban todas las no pálidas, incluyendo la de la cuñada de él, una mexicana con quien, a su entender, había tenido el imperdonable mal tino de casarse su hermano menor. Cuando este portento de ser humano que nos hospedaba soltó la dicha sentencia, ante nuestros reclamos a punto de tundirlo allí mismo, revisando a los hijos por si su autoridad estaba siendo mellada, zanjó la cuestión sacando la Biblia en forma de libro de biología para no sé qué año, de las escuelas públicas, donde el tema se desarrollaba a fondo, con muy muchas, irrebatibles citas de reconocidísimos sabios.

Paracuellos. Carlos Giménez